Centros Clandestinos de Detención

Informe de la Comisión Bicameral - Tucumán 1974-1983 (Anexo II)

 

1. Escuela "Diego de Rojas" de Famaillá.
"La Escuelita"

Efectivamente, a la Escuelita de Famaillá le correspondió el triste privilegio de constituirse en el iniciador de la experiencia de los Campos de Concentración en el país.

En el año 1975, con la puesta en marcha del “Operativo Independencia”, se asienta en la localidad de Famaillá un Comando de Operaciones a cuyo cargo se encontraba el General Acdel Edgardo Vilas. Desde ese momento (febrero 1975) hasta la fecha del golpe militar del año 1976 funcionó en una Esuela que se encuentra en la misma localidad frente al camino a Fronterita un campo de concentración conocido como “La Escuelita”.




1.1. Descripción del campo – Interrogatorios (Testimonio de sobrevientes)

“... donde es obligado a descender y recuerda perfectamente bien que al entrar en el edificio choca con una cortina e instintivamente levanta un poco la cabeza y alcanza a ver, por debajo de las vendas de los ojos, que se trataba de una galería cerrada a la vuelta con cortinas; camina por esa galería y sigue mirando que había numerosas habitaciones y lo hacen entrar en una de ellas donde en un rincón y mirando hacia la pared, de forma tal que no vea a los guardianes, le sacan ese pañuelo con el que tenía vendados los ojos y le ponen en reemplazo dos apósitos o gasas y por encima de éstos un fuerte vendaje que le ceñía bastante los ojos impidiéndole mirar hacia abajo; le ordenaron quitarse las ropas, lo acuestan en lo que parecía el elástico de una cama y empiezan a interrogarlo, sobre lo mismo que le preguntaron en la Jefatura de Policía y, como le sonaban las mismas palabras y les volviera a responder que no sabía nada le aplicaron la picana eléctrica en los orificios de la nariz, en la boca y en los testículos, produciéndole inmensos dolores, creía que se moría porque tenía problemas para respirar y se le aceleraban los latidos del corazón, parecía que se le quería salir el corazón por la boca. A todo esto, a su lado había otra persona que le controlaba el pulso y ése es el que dijo “Bueno, por hoy basta” y lo dejaron, haciéndole vestir posteriormente, pero poniéndole únicamente los zapatos, el pantalón y la camisa, le colocaron las “esposas” en las muñecas a la altura de la espalda, lo arrojaron al piso encima de una manta, boca abajo. Allí permaneció interminables horas que eran interrumpidas cuando una sola vez al día le daban comida y una vez junto a otras personas –también detenidas– sin sacarles las vendas, los llevaron a un lugar donde los hicieron desvestirse y arrojándoles agua con una manguera lo bañaron (...) y que en determinados momentos ponían música alto volumen de “Los Fronterizos” y comenzaban los interrogatorios a otros detenidos habiendo escuchado fuertes gritos de dolor (...) en ese local funcionaba una especie de central de radio porque a cada instante escuchaba comunicaciones y que hablaban en código (...) los guardianes tenían tonada litoraleña y se nombraban por apodos “Chino”, “Pulga”, “Mino”, “Fecha” (...) se levantaba las vendas en uno de sus ojos y pudo ver que se trataba de un aula escolar con un gran pisaron (...) en otra oportunidad en que se levantó la venda de uno de los ojos, vio que cerca suyo había un muchacho joven vendado la cabeza y toda la cara ensangrentada y ése mismo que era torturado continuamente en una conversación que tuvo con otro detenido le dijo que era de Buenos Aires y que traten de avisar a su familia si salían que estaba allí que su apellido era “Leveson” (...) y entonces se escuchó la voz del superior que dijo: “usted soldado parece un recluta o acaso no aprendió el manejo de las armas cuando estaba en Campo de Mayo” (...) los guardianes vestían borceguíes tipo militar y bombacha de combate color verde oliva (...) Ya al final de su cautiverio lo llevan a una oficina donde lo sientan en una silla, le atan las manos hacia atrás y le quitan las vendas, enseguida entra una persona corpulenta de civil y con una capucha en la cabeza, la que le saca fotografías (...) La verdad es que a consecuencia de haber estado tantos días con los ojos vendados, no podía ver bien pero esa persona detrás suyo iba leyendo una copia de esa declaración para que el dicente, a su vez, fuera repasando el original, le hicieron firmar cinco ejemplares y como a las dos o tres horas lo sacan...”. (Testimonio prestado a la Comisión en la causa sobre la desaparición de Holmquist Luis Adolfo. Leg. 38-H-84).



1.2. Declaración. Tortura. Picana eléctrica

“... luego de eso a los tres los llevan a la famosa escuelita de Famaillá, donde son alojados... al compareciente lo sacan a “declarar”, primero lo desnudan, lo atan a una cama con un colchón mojado, le echan un balde de agua encima y le ponen en las partes genitales un cable y le empezaron a picanear y hacerlo objeto de todo tipo de torturas, mientras le preguntaban si era verdad que había estado en el copamiento de Manchalá y que era mejor que se declarara culpable así la sacaba “más barata” y lo dejaban de torturar, a lo que el dicente negó todo tipo de relación con ese acto. Luego en varios días consecutivos, le hicieron ese mismo trabajo de “ablande”, a lo que éste siguió negando (...) pudo notar que había muchas personas detenidas, pero como estaba permanentemente con los ojos tapados no pudo reconocer a nadie (...) que sabe que el personal que atendía a la escuelita era de Gendarmería Nacional, pues cuando lo sacaban al baño uno de ellos le dijo ... tenían una tonada como “correntinos” (...) que mientras estuvo detenido lo llamaban por un número y que el suyo era el 88.... Luego de 18 días de cautiverio lo llamaron un día y lo pusieron de espalda a la pared para que no reconociera a nadie, le sacaron la venda de los ojos y le dieron un papel para que lo leyera y luego firmara... luego le vendaron nuevamente los ojos y a la noche lo sacaron...”. (Testimonio prestado ante la Comisión en la causa sobre la desaparición de Zapata, José Raúl. Leg. 224-Z-84).



1.3. Similitud en el testimonio sobre las “condiciones de vida” en la Escuelita de un ex custodio del campo. Las instrucciones a los destacamentos móviles de Gendarmería

“Así llega mi primer viaje a Tucumán. Una vez creado y establecido el destacamento móvil (de Gendarmería), llegó la orden de que se tenía que viajar a Tucumán para incorporarnos al Operativo Independencia. Allí se nos instruía para combatir la guerrilla inculcándosenos que todos los guerrilleros eran nuestros enemigos, abarcándose también a gran parte de la gente civil, ya que según los militares ésta en su gran mayoría eran subversivos (...) Una vez debidamente adiestrados partimos una madrugada en un avión Hércules para Famaillá, donde para esa época al frente del Comando Táctico estaba el General Acdel Vilas. Entre oficiales, suboficiales y gendarmes seríamos alrededor de treinta personas. A nuestro cargo estaban el primer alférez Montes de Oca y como segundo Sowinski, como encargado de personal el sargento primero Avaca. En el aeropuerto de Benjamín Matienzo nos esperaban los camiones para trasladarnos al L.R.D. (Lugar de Reunión de Detenidos)”.



Descripción del Campo

“Aquí debo pasar a referirme al L.R.D. denominado “La Escuelita”. Estaba situada en Famaillá a unas dos o tres cuadras de la vía del ferrocarril que va a San Miguel de Tucumán; por uno de los lados pasaba la ruta que va al norte y de allí se desviaban unos metros a través de una calle de tierra para entrar en la escuela. En el frente de la misma estaban situados un kiosco y un almacén, donde nosotros comprábamos cigarrillos y otros elementos necesarios (...) La Escuelita estaba rodeada de alambre tejido y la puerta al igual, siendo su marco de hierro. Entrando, a la izquierda, estaba un patio cubierto, tapado por una lona que hacía las veces de cortina (...) La distribución del personal se hacía de la siguiente manera: 15 o más para la guardia externa, entre los que estaba yo en razón que no había llevado ropas civiles (...) el resto del personal se encontraba a cargo de la custodia de los detenidos. Esa gente vestía de civil, turnándose en el servicio día por medio. Un grupo a cargo del cabo primero Pacheco y el otro a cargo del cabo primero García, el enfermero sargento primero Quiroga hacía de jefe de guardia en mi turno. Pasaré a relatar la situación en la que se encontraban los detenidos (...) se destinaban dos aulas para el alojamiento de los presos, éstos se encontraban vendados y esposados, hombres y mujeres juntos, como así también a los que se consideraba culpables o inocentes (...) los detenidos dormían en el suelo que era de baldosas y solamente cubierto por una manta (...) la guardia externa estaba encargada de darles de comer y a veces de llevarlos al baño o bañarlos. Este último aspecto se hacía con una manguera y debo decir que adentro de las aulas había u olor penetrante debido a la falta de higiene, pues si no eran sacados al baño, solamente salían para ser interrogados por personal del Ejército que vestían ropas civiles (...) Pasaré a describir la sala de interrogatorios. Esta sala está ubicada en la última aula de la escuela, encontrándose en su interior una cama tipo militar de hierro, una mesa y fotos de los detenidos que se encontraban en ese momento en La Escuela, que serían unos treinta o cuarenta en su totalidad. Asimismo existía un teléfono de campaña a pilas que al darse vueltas a su manija generaba corriente eléctrica. Según la velocidad con que se giraba la misma, era el grado de voltaje que se imprimía. También existía un grabador con el cual se grababan los interrogatorios y con otro se pasaba música, por ejemplo “La Misa Criolla” para que al momento de torturar no se escucharan los gritos desde afuera (...) Otra noche, cuando estaba de guardia, pasé por las aulas en donde estaban los detenidos, pudiendo observar que la mayoría de ellos estaban muy lastimados por la tortura y los interrogatorios a los que eran sometidos (...) A las mujeres se les introducía el cable en la vagina y luego en los pechos, lo que les provocaba un gran sufrimiento (...) se procedió a llevar a los detenidos en una ambulancia de campaña del Ejército; dicho operativo estaba a cargo de un presunto oficial de la Policía Federal apodado “Miguelito”, quien expresó personalmente que él se encargaba de fusilar con su Remington a los detenidos (...) hasta que una noche sin mediar palabra alguna, llegó la orden de levantar el operativo, trasladándonos a un Motel ubicado frente al Arsenal Cinco de San Miguel de Tucumán. En ese tiempo ya estaba a cargo de todo el General Bussi”. (Del testimonio del Gendarme Antonio Cruz, ante la CONADEP adjuntado en la causa de esta Comisión Bicameral. Leg. 236-C-84 sobre desaparición de Julio César Campopiano).



1.4. Testimonios brindados por vecinos de la Escuela Diego de Rojas

“Que era un asentamiento militar del Ejército, realmente una cárcel, militarizadora su existencia, a tal punto que no podían sacar ni los televisores a los patios exteriores de sus casas, y a horas 22 debían permanecer en sus casas. Dicha escuela estaba cubierta en su construcción por un plástico. En cada esquina se encontraba un soldado y sobre los techos había reflectores, con los cuales controlaban todos los movimientos (...) oían gritos desgarradores, pidiendo que los maten, por favor, sintiendo en una oportunidad silencio, después de haber escuchado la detonación de tiros (...) mujeres y hombres gritaban, a través del plástico se veían formas de mujeres. En una oportunidad escuchó una explosión, tipo bomba, y su marido recibió en la espalda una partícula. Con respecto al tiempo de permanencia del asentamiento menciona que fueron los años 1975 y 1976. Que veían llegar ambulancias y camiones del Ejército. Recuerda que una vez vio conducir en una camilla a un joven que parecía muerto por lo inerte, la camilla era transportada por particulares y un fotógrafo que no era de la zona le sacaba fotos mientras un soldado apuntaba, el joven estaba en ropas interiores (Testimonio brindado ante la Comisión en Leg. 287-F-84)

“Que el año 1975 funcionaba un asentamiento del Ejército en dicho establecimiento, hecho que le consta pues había camiones y jeep del Ejército y los militares hacían guardia por lo que el asentamiento era evidente. En esa época el miedo era grande. Por las noches se oían gritos desgarradores, tiros y golpes. Vio ingresar jóvenes y otras personas atadas. Manifiesta que una tarde, mientras se bañaba sintió el estampido de una bomba que explotó dentro de la escuela. Las esquirlas cayeron sobre el techo de su casa, se comentaba que habían muerto varias personas y que a la bomba la había activado un perro” (Testimonio brindado ante la Comisión Bicameral acumulado en Leg. 287-F-84).


De los testimonios aquí glosados y de otros presentados en numerosas causas ante la Comisión surgen datos precisos y concordantes sobre el funcionamiento de La Escuelita. Un asentamiento militar rodeado por un alambrado sobre el terreno, cubierta la construcción por cortina de lona o plástico, el ingreso de los detenidos, los tormentos, la muerte pretendidamente tapada con música folklórica. En síntesis, esta escuelita, actualmente destinada a enseñanza primaria y que en ese entonces recién se había terminado de construir, dio cátedra sobre el silicio a sus ocupantes y desde ella se irradió terror a una población.

 

 

 

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