Campo de Mayo

La Sombra de Campo de Mayo

 

 

Esplendor y ocaso de una guarnición militar


Cuando nacía el siglo XX, lo que hoy se conoce como de Campo de Mayo, era parte del paisaje pampeano, con una inmensa e infinita llanura, con muy pocos árboles, animales sueltos y poco tránsito de personas o vehículos. En la época de la colonia, los Valdivia habían sido propietarios de aquellos terrenos recostados sobre el río de las Conchas, hoy llamado de la Reconquista. En 1889 se creó el municipio de General Sarmiento, y esos parajes formaron parte del cuartel V, especie de delegación en que se dividía el distrito. Por aquel entonces los terrenos ya habían sido divididos, y había instaladas pequeñas estancias que, según relata el historiador Eduardo Ismael Munzón, entre sus propietarios se encontraban los Morales Maldonado, los Navarro y los Villamayor.



La creación

En 1901, la Cámara de Diputados recibió un mensaje firmado por el presidente de la Nación, Julio A. Roca, y su ministro de Guerra, general Pablo Riccheri. En la misiva se manifestaba que era imprescindible la adquisición de un campo para que ofreciera a las tropas “el medio de desarrollar con la amplitud necesaria la instrucción práctica de las mismas, familiarizándolos con la aplicación sobre el terreno de los reglamentos y la implantación de la enseñanza táctica en operaciones de las armas combinadas, así como para el ejercicio y desarrollo de aptitudes de Jefes y Oficiales”. En la misma carta ambos anticipan que ya habían dialogado con propietarios de General Sarmiento adquiriendo algunas tierras con dineros reservados y ahorrados del presupuesto aprobado para el ministerio de Guerra. También se elevó un proyecto de ley para la creación de un campo de maniobras militares.

El 24 de julio del mismo año los diputados trataron y aprobaron el proyecto, y tres días más tarde lo recibió la Cámara de Senadores. El 1º de agosto se trató el proyecto con media sanción, siendo los oradores el ministro de Guerra, Pablo Riccheri, y los senadores Domingo Morón, Miguel Cané, Cátulo Aparicio y Carlos Pellegrini. La aprobación final se votó el 6 de agosto, y el 8 de agosto el presidente Roca y el ministro Riccheri suscribieron la ley 4.005, que en el artículo 1º dice: “Apruébase las negociaciones hechas por el P.E. para la adquisición de terrenos destinados al establecimiento de un campo de maniobras del Ejército, sobre el río de las Conchas, a inmediaciones de la Capital Federal el cual queda designado con el nombre de ‘Campo de Mayo’”.

La ley mencionaba una superficie aproximada de cien hectáreas, pero leyes posteriores ampliaron el área del campo. En 1910 se permitió la expropiación de 60.000 m2 a Eugenio Mattaldi, en las inmediaciones de la estación Bella Vista, “a fin de construir un ramal que una esta estación con el polígono del batallón de Ferrocarrileros acantonado en el Campo de Mayo”.




Primeros tiempos

La primera autoridad de la guarnición fue el Coronel Eduardo Conesa, pero el lugar aún no le daba el poder de fuego y disuasión que otorgó a otros jefes militares en décadas posteriores. Al poco tiempo se transformó en un centro de instrucción y de maniobras de importancia. Los primeros jefes fueron los coroneles Carlos O’Donell, Antonio Giménez, Luis Dellepiane, Alberto Cáceres, Camilo Gay, Eduardo Broquen.

La instalación de militares que, junto con sus familias, se asentaron en la zona, motivó que en la década del ‘30 se creara el barrio de suboficiales Sargento Cabral.

En su ‘Historia de General Sarmiento’ el historiador Munzón señala que “la guarnición de Campo de Mayo es un acantonamiento destinado, en especial, a escuelas de armas y sus centros de instrucción respectivos, a la vez que campo de maniobras para las demás unidades del Ejército, por tener en sí los polígonos y campos de tiro de combate, para experiencias, llenando en esa forma el papel trascendental que le asignara con vasta visión su gestor, el ex ministro de guerra, coronel Pablo Riccheri”.

Pero el destacamento iba a tener un destino extracastrense, siendo la sede principal del poder militar, es decir con los militares que olvidan sus funciones para dedicarse a la política haciendo uso y abuso de las armas.




Golpe a golpe

La primera vez que se buscó dar un uso distinto para el que fue creado al campo militar fue el 6 de septiembre del 1930. En la madrugada de aquel día, que inauguraría la serie de golpes militares en nuestro país, un grupo de diputados nacionales se congregó en Campo de Mayo para pedir a los militares que sacaran del gobierno a Hipólito Yrigoyen. Pero el pedido se vio frustrado porque las huestes que se encontraban en el lugar se declararon legalistas. Por su parte el general Félix Uriburu decidió sacar, a media mañana, a todos los cadetes del Colegio Militar de El Palomar y emprender la marcha rumbo a la Casa Rosada. En el trayecto hubo gente que los vitoreó, llegando el contingente castrense a las 18 a la Plaza de Mayo, desplazando a las autoridades elegidas democráticamente.

Desde entonces se instauró lo que se denominó ‘década infame’, hasta que en el ‘43, cuando se estaba en las puertas de una nueva elección presidencial, hubo un nuevo golpe de estado. El entonces presidente Ramón Castillo se mantenía neutral ante la Segunda Guerra Mundial, neutralidad que desde el lado aliado se veía como cierta tolerancia con el nazismo. Cuando trascendió que Castillo había mencionado como su sucesor al terrateniente salteño Robustiano Patrón Costas, un hombre simpatizante con el sector aliado, varias conspiraciones venían tejiéndose entre los oficiales de Campo de Mayo, algunos con tendencias pro aliadas, otros neutralistas, que de esa manera ocultaban su filonazismo. La excusa para el golpe de estado fue el pedido de renuncia que había hecho Castillo al ministro de Guerra, general Pedro Ramírez, a quien algunos militares mencionaban como el candidato ideal para las próximas elecciones. Ramírez relató su situación a sus pares en Campo de Mayo, y todos los militares vieron un agravio al Ejército. Militares nazis, los miembros de la logia GOU y los antiguos seguidores del general Justo tenían sus razones para derrocar a Castillo. Al día siguiente Ramírez entregó su renuncia al presidente, mientras que desde Campo de Mayo salían las tropas que reemplazaron a Castillo por el general Arturo Rawson, quien días más tarde fue reemplazado por el propio Ramírez.

La interna militar motivó que al año siguiente asumiera la presidencia el general Edelmiro Farrell, y como vicepresidente fue designado un oficial perteneciente al GOU, el coronel Juan Domingo Perón, quien venía acumulando poder a través de la secretaría de Trabajo y Previsión Social, con una política de seducción con trabajadores y sindicalistas

El 9 de octubre de 1945, la guarnición de Campo de Mayo, luego de deliberaciones, asambleas y presiones, le exigió al presidente Edelmiro Farrel que alejara a Perón de la vicepresidencia y de todos los cargos que ejercía. Fue el inicio del fin del gobierno militar, que tuvo su pico el 17 de octubre del ‘45, y culminó con la llegada de Perón al poder en las elecciones del ‘46.

La década peronista culminó en septiembre del 1955, estando el eje del golpe de estado en la ciudad de Córdoba y en bases de la Armada. Pero Campo de Mayo tomará un protagonismo trágico cuando, al año siguiente, militares y civiles peronistas intenten recuperar el poder de la mano del general Juan José Valle. En la noche del 9 de junio se produjo la fallida revolución, y uno de los puntos a ocupar era la guarnición de Campo de Mayo, teniendo a oficiales y suboficiales del acantonamiento como colaboradores. Pero la operación perdió el efecto sorpresa, siendo detenido el coronel Ibazeta y un grupo de colaboradores. El gobierno, encabezado por el general Pedro E. Aramburu, decretó la Ley Marcial fusilando a los que detuvieron y los que iban a detener, mayores y menores de edad, conspiradores o no. Hubo fusilados en la escuela industrial de Avellaneda, en la Escuela de Mecánica, en la Penitenciaría Nacional, en un basural de José León Suárez. El periodista y escritor Rodolfo Walsh, en la revista CGT de los Argentinos, escribe: “En Campo de Mayo se constituye un tribunal militar que no encuentra motivos para aplicar la Ley Marcial a los allí detenidos. Pero la orden llega de la Presidencia de la Nación y el general Lorio la obedece, pese al fallo del Tribunal: son fusilados los coroneles Eduardo Cortínez y Ricardo Ibazeta, los capitanes Néstor Cano y Eloy Caro y los tenientes Néstor Videla y Jorge Noriega”.

Ya en el ‘62, luego del derrocamiento del presidente constitucional Arturo Frondizi, el Ejército dirime su interna a través de las armas. Divididos en dos bandos, azules y colorados, decidiendo matarse alegremente dentro y fuera de Campo de Mayo (en la Escuela de Caballería funcionó un estado mayor clandestino), volando puentes en Luján, instalando bases de operaciones en Lanús, copando una radio, y combatiendo en plena Capital Federal.

Aunque el protagonismo de la guarnición militar dejó paso a los nombres de los militares que encabezaron levantamientos, es evidente que tener a favor el poder de fuego de Campo de Mayo garantizaba el éxito de cada conspiración. Juan Carlos Onganía, Roberto Marcelo Levingston, Alejandro Agustín Lanusse son los nombres de los militares que ocuparon el cargo de presidente de facto.



La sombra

En 1973 la democracia empezó a rodar nuevamente, pero con dificultades por el caos social, la situación económica, el accionar de grupos revolucionarios y la vejez de un líder como Perón que ya no estaba para gobernar.

Apenas se produjo el golpe del ‘76, el acantonamiento fue el lugar elegido para depositar a las personas secuestradas, y hay versiones que indican que muchos fueron enterrados en la guarnición militar. En la misma época, el hospital militar del campo militar fue usado como maternidad clandestina.

El destacamento funcionó durante el Proceso como Zona 4, abarcando los partidos de General Sarmiento, Escobar, General San Martín, San Isidro, San Fernando, Tigre, Vicente López, Tres de Febrero, sumando un total de 2.010.500 personas. En sus instalaciones funcionaban el Comando de Institutos Militares, la escuela de Inteligencia, el destacamento de Inteligencia 201, la Escuela de Caballería, la Escuela de Infantería, la Escuela de Ingenieros, la Escuela de Comunicaciones, la Escuela de Artillería, la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral, la Escuela de Servicios de Apoyo de Combate General Lemos, el Batallón de Aviación del Ejército 601, el Hospital Militar de Campo de Mayo, la prisión militar, la Escuela de Gendarmería.

En la década del ‘80 el lugar fue la base para que un teniente coronel, Aldo Rico, seguido por oficiales y suboficiales con la cara pintada con betún, encararan una nueva aventura militarista. La Semana Santa del ‘87, que tuvo la Escuela de Infantería como eje, pasará a la historia como el momento en que el pueblo salió a la calle a impedir que de Campo de Mayo volvieran a salir los militares para tomar el poder. A pesar que se logró un triunfo militar con la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, también significó la decadencia del poder que supo contener la guarnición.

A medida que pasaban las décadas, el acantonamiento militar de Campo de Mayo se fue transformando de manera lenta en un eje de poder sustancial, a tal punto que se transformó en la voz del Ejército. Desde allí salieron tropas para voltear gobiernos, en otras oportunidades se usaron sus instalaciones para jugar a los soldaditos con balas de verdad, y también como campo de concentración, eufemísticamente llamado centro de detención, y hasta como maternidad clandestina, donde las detenidas eran despojadas de sus hijos y muertas luego de parir. La sombra que proyectó sobre el país también dejó sus marcas en nuestra comunidad.

Una de las últimas veces que el lugar fue centro de la noticia fue cuando, a fines de 1995, se allanaron algunas dependencias en busca de pruebas por el atentado a la sede judía de la AMIA. El comisario de la Bonaerense, Ángel Salguero, encabezó un allanamiento que permitió desbaratar una banda de militares retirados y en actividad que se dedicaban al tráfico de armas, las cuales eran robadas al Ejército.

Campo de Mayo, ante la actual reforma militar y frente a la anulación de hipótesis de conflictos, es visto como un lugar que a futuro deben ser desalojadas las unidades militares, aunque en la década del ‘90 se creó en el lugar un sector de entrenamiento para los Cascos Azules, que participan en las acciones convocadas por las Naciones Unidas. Hay propuestas para que allí se habilite un polo industrial, otros manifiestan su intención de dar el espacio a casas de estudios terciarios y universitarios, mientras que hay propuestas para que allí se cree una reserva ecológica, como pulmón para la región norte del Gran Buenos Aires.

Lo real es que hoy el lugar se transformó en prisión de muchos militares, algunos de ellos participaron de los años de plomo, otros en cambio no pudieron voltear gobiernos democráticos y esperan con ilusión un indulto presidencial.