5. El 24 de Marzo

Los laberintos de la memoria, por José Ernesto Schulman

 

 

La noche previa al golpe hubo una reunión en el viejo local partidario de la calle Hipólito Yrigoyen. Había venido Hugo, entonces secretario del Comité Provincial, y nos transmitió un informe de la dirección nacional. 

No recuerdo mucho de esa reunión salvo que Hugo habló de que el golpe ya estaba en marcha, que había tres fracciones militares (¡siempre había dos o tres corrientes en el enemigo, y con una de ellas siempre se podían hacer acuerdos, claro que temporales, puntuales, tácticos se entiende... por favor!).  La cultura del “frente democrático nacional” (15) había obturado el pensamiento de los comunistas argentinos. Nos había obturado el pensamiento a los comunistas.

Habló de bregar por impedir que la fracción fascista se haga de la totalidad del poder aunque no dijo nada de cambiar la política que desde 1930 habíamos tenido ante las dictaduras militares: oposición rotunda, búsqueda de acuerdos con los sectores progresistas de los partidos políticos mayoritarios, incentivo de la lucha por los derechos humanos y reclamo de retorno inmediato a la constitucional.

Esa noche, cosa bastante rara, la dirección del Partido me felicitó por la iniciativa que habíamos realizado con la Coordinadora de Juventudes Políticas: un acto de resistencia al Golpe de Estado. 

El acto no había sido muy grande. Casi todos ya se estaban preparando para la ilegalidad y sólo un puñado de valientes (¿o de inconscientes?) se acercó a la Facultad de Económicas que era la única en que la Fede tenía fuertes posiciones dentro de la Universidad del Litoral.

De paso, recuerdo que durante años trabajamos para fortalecer la Fede y disputar el Centro, primero a la Juventud Universitaria Peronista y después a la Franja Morada. Yo nunca estudié economía, en realidad nunca estudié en serio ninguna carrera universitaria aunque fui un semestre a la Universidad Tecnológica Nacional a estudiar ingeniería electrónica y casi un año al Profesorado de Matemáticas de la Universidad del Litoral, pero me sentía muy ligado a la gente de allí porque muchos venían de la escuela secundaria donde yo había cursado, el comercial Domingo G. Silva e incluso a algunos los había afiliado yo mismo.

El punto es que logramos representación en el Consejo Académico de la Facultad recién a finales del año ‘75, o sea que a los pocos meses se instaló la dictadura y se redujeron al mínimo las posibilidades de actuar.

En el acto hablaron uno por cada juventud política de los que componían la Coordinadora, menos los de la Juventud Peronista que ya había pasado a la clandestinidad.

La casualidad quiso que en la foto de El Litoral (16) fuera yo, vestido con una camisa de colores chillones -hawaiana le decían entonces- el que quedara escrachado, cuestión que divertiría mucho a la patota de Rebechi cuando  al detenerme algunos meses después, tuviera puesta la misma y chillona camisa. Como para que alegara no haber sido yo el que había hablado en el acto antigolpista.

La reunión terminó tarde, volví a casa y encontré a mi hermano Pablo tomando vino y comiendo un salame chacarero que la vieja había traído de un viaje a Rosario, donde había ido a pasar unos días con el tercero de los hermanos Schulman, el Cacho, que se había ido allí por trabajo. Me sumé a la picada y pusimos la radio.  Enganchamos un noticiero en que Lorenzo Miguel (17) salía de la Casa Rosada y por el modo en que dijo que estaba todo tranquilo me di cuenta que el golpe ya había empezado. 

Sin pensarlo mucho decidí irme a la casa que tenía asignada para un momento como aquél. Traté de convencerlo a Pablo de que se fuera conmigo (entonces ni imaginábamos que si encontraban a mi vieja sola eran capaces de matarla ahí mismo o de llevárselas con ellos para desaparecerla) pero como él se había ido del Faudi (18) hace unos meses y estaba sin militancia orgánica habrá pensado que no lo iban a llevar. Lo cierto es que cuando cayeron, a las dos o tres horas, y no me encontraron se lo llevaron a él y lo tuvieron preso hasta que me largaron a mí en abril del ‘77.  Más de un año. Siempre valoré mucho que tuviera la dignidad de jamás hacerme el mínimo reproche por aquello y de comportarse como un preso político ejemplar.

Pero lo más importante para este relato fue que esa noche no me agarraron, a pesar de lo cerca que estuve de caer en sus manos una y otra vez.

Primero me salvé por un par de horas que me encontraran en mi casa, la misma que habían hecho mierda con la bomba de diciembre y que habíamos reconstruido en parte, y sólo el frente.  Los milicos entraron a eso de las dos de la mañana del 24 de marzo y se llevaron los libros, los papeles, los discos, una grabadora a cinta de las primera, una Geloso, y casi todo lo que yo venía juntando con la idea de casarme con Graciela. 

Como ya dije, yo me largué de la casa apenas lo escuché a Lorenzo Miguel, y ni siquiera me llevé ropa, sólo agarré el revolver 38 largo que desde hacía unos meses llevaba conmigo día y noche, acaso porque teniéndolo conmigo sentía un poquito menos de miedo. 

Arranqué para el lado de la cancha de Unión, y justo en la rotonda que está frente al Hospital, el NSU recauchutado a medias se quedó sin nafta. 

Decidí empujarlo por Pellegrini hasta una Estación de Servicios y así, con un 38 en la cintura, empujando un auto sin nafta, pasé frente a un retén militar desde el que los colimbas me miraban con cara de asombro. Es más que probable que yo figurara en la lista que tenían en sus manos como uno más de los cientos que tenían orden de detener, pero ni el más creativo de los estrategas de contrainteligencia hubiera podido imaginar un modo tan insólito de fugarse; así que me salvé por segunda vez en una noche.

Le puse nafta al autito, arranqué y llegué sin mayores problemas a la casa de seguridad. Me recibieron con poco entusiasmo pero lo atribuí a la conmoción del momento. 

Por la tele, en blanco y negro todavía, una voz monótona pero de inconfundible entonación, ya leía el Comunicado Número Uno de la Junta Militar anunciando el golpe de estado y el comienzo de una nueva era para la Argentina.

Pasé toda la noche pensando qué sería de mi vida 

Si hubiera hecho caso a mis sueños lo hubiera sabido. Desde la bomba de diciembre, tenía el mismo sueño: un estampido, una nube de polvo y cuando salía de la nube me encontraba con el hombre de saco y corbata. 

Saliera por donde saliera de la nube, él me estaba esperando.

 


Notas 

(15) La aplicación por largo tiempo de una estrategia política encaminada a construir un frente con sectores de la burguesía nacional contra el “enemigo principal” terminó en un verdadero “sentido común político” que caracterizó a los comunistas argentinos hasta el viraje del XVI Congreso.

(16) Vespertino tradicional de la ciudad de Santa Fe.

(17) Legendario secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica de la Argentina, jefe de las 62 Organizaciones Peronistas y figura fuerte del peronismo gobernante en el ‘73/76.

(18) Agrupación estudiantil vinculada al Partido Comunista Revolucionario. En Santa Fe su fuerte era la Facultad de Ingeniería Química, una de las más politizadas del país
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