34. El Médico Forense

Los laberintos de la memoria, por José Ernesto Schulman

 

 

Hacía solo tres días que había salido en libertad por segunda vez, como la casa no había sido allanada, y yo no la había cantado, me quedé en ese puto departamentito de pasillo que tenía el baño en el patio. Hubo que llamar a un plomero porque al enterarse que otra vez estaba preso, Graciela tiró tantos papeles que se tapó el caño del desagüe.

Me había vuelto esa angustia insoportable, la que había sufrido desde la bomba hasta que me agarraron la primera vez, en octubre del ‘76.

Para colmo, había subido a un colectivo y en un asiento estaba uno de la banda de Rebechi con la mujer y un bebé en brazos. Me miró y se cagó de risa. Del susto que tenía casi me tiro del colectivo sin parar. No me iban a agarrar otra vez. Me senté en un bar y me puse a pensar en el bebé. ¿Cómo podía ese hijoeputa agarrar un bebé en brazos después de torturar a mujeres?  Hay cosas que la razón no comprende dice el poema.

Y es verdad, no podía entender a esa bestia que se paseaba en colectivo como un pacífico pequeño burgués con su hermosa familia del brazo. Además me dolía la panza. Se me había puesto todo morado, casi negro, y muy duro. Daba miedo.

Me llevaron a un médico del Partido, un especialista en aparato digestivo y todo eso. Según el tipo me habían querido reventar el hígado y me salvó la grasa del abdomen. Bueno, me digo, por una vez en la vida alguien que me dice que la gordura es saludable para mí.

Me citan a una reunión de la dirección del Partido.

No lo puedo creer, me proponen que vaya a hacer la denuncia de apremios ilegales, que ellos ya consiguieron el abogado que me asista, y que además les han informado que la banda que me torturaba, está presa por chorros. Que es el momento. Yo me quedo callado y lo miro a Daniel como rogándole que me defienda. No sé si por telepatía pero comienza a fundamentar que le parece una locura volver a exponerme, que no hay condiciones y que todos los recursos de hábeas corpus los rechazan sin demora.

La discusión sigue y todos me miran esperando a que yo decida.

Está claro que si yo digo que no, nadie me va a forzar. Pero yo también tengo algo de esa locura que tenía el Chocho, pido la palabra y digo que si el Partido decide que haga la denuncia la hacemos, pero que si hay represalias que me saquen de la ciudad, que ya me tienen demasiado junado y aprovecho para contar que lo vi a González en el colectivo.

Nos vamos al Juzgado con un abogado que no es del Partido, pero como si lo fuera. Es el doctor Roussic, uno que había sido socio en el bufete de Soler, apoderado del Partido en Santa Fe hasta que se murió de cáncer muy joven, y que ha tomado la posta que dejó nuestro compañero.

Imprevistamente, el juez ordena un reconocimiento médico. El tipo coincide con el diagnóstico del nuestro, -si no fuera por la panza te hacen cagar.

Le pregunto al médico si tengo que llevar el certificado al juzgado, y me dice que no. Que ellos se encargan de todo, que no me preocupe, que el juicio sigue adelante y que con esa prueba seguro que los van a condenar.

Nunca más supe nada del juicio hasta que veintidós años después, un periodista santafesino (60) en un reportaje radial me pregunta con pelos y señales sobre la banda de Ramos, y hasta cita al Dr. Orellana.

Asombrado, le pregunto cómo sabe tanto de mí, y él me invita a visitarlo en Santa Fe. En su casa me explica que hurgando en los archivos judiciales encontró la causa contra la banda de Ramos sobre el robo en el motel; y dentro de esa causa la denuncia mía, las primeras acciones del juez Iribas y el certificado médico del Dr. Orellana. Me regala una copia completa del expediente, lo quiero besar y lo abrazo llorando.

Por fin encontré una prueba de todo el relato que había hecho por años. El expediente tiene pruebas y documentos fantásticos: un documento del comisario verificando que estuve allí en noviembre del 77, un certificado médico, el del Dr. Orellana, y las declaraciones de la banda que con todo cinismo admiten que me torturaron.

Y hasta lo que le dice el Curro Ramos al juez cuando le pregunta porque me pegaban tanto, ¿acaso no sabe que este tipo estuvo preso por comunista, y que la subversión ideológica es aún más peligrosa que la armada? (61).

 


Notas 

(60) El periodista es Juan Carlos Tizziano

(61) Declaraciones de Eduardo Curro Ramos en el expediente 287, folio 199 del año 1980. Juzgado del Crimen 2º Nominación en la causa contra González, Juan Eduardo; Ramos, Eduardo Alberto; Cabrera Víctor Hugo; Jiménez, Raúl.

 

  

 

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