38. El Obispo

Los laberintos de la memoria, por José Ernesto Schulman

 

 

Una de las primeras visitas que hago en libertad es visitarlo a Zaspe, el Obispo de Santa Fe.

Pregunto cómo debo tratar a un obispo ya que soy una especie de judío renegado que jamás pisó una Iglesia en su vida y no quiero meter la pata.

Conozco todo lo que Zaspe ha hecho por los presos, y por mi propia libertad.

Me preparo para besar el anillo del obispo, pero Zaspe se levanta de su sillón y me abraza emocionado.

Tanto que me hablaron de vos y recién te conozco, qué alegría que estés bien.

En Coronda se hablaba muy bien de él.

Se contaban diversas historias en que se jugó a favor de los presos, y cómo los milicos ahora no lo querían dejar ni venir a dar misa y en cambio si dejaban moverse con toda soltura a un cura, Romagnoli, que actuaba como informante y jugaba el mismo jueguito que Brusa: te recomendaba que firmaras, que delataras, que colaboraras así no volvías a cobrar con la patota.

Zaspe murió años después a consecuencia de los golpes sufridos en un accidente automotriz.

Cosa extraña, o milagrosa dirán los creyentes tipo Videla, cuatro obispos murieron a consecuencia de accidentes automotrices. Y los cuatro eran, cada uno a su manera, “políticamente inconvenientes”.

El primero fue Angelelli al que atropellaron de atrás al salir de Anillaco, y luego remataron en el suelo. El segundo fue Ponce de León, obispo de San Nicolás, que sufrió un accidente que terminó con su vida. El tercero fue el propio Zaspe, y no hace mucho, en 1998, de igual manera murió el obispo de Santiago del Estero, Sueldo. Parece que alguien tiene un formulario que dice: cómo eliminar obispos molestos, y comienza con un listado de vehículos en condiciones de golpear a un auto y provocar daños severos en sus ocupantes.

El obispo no solo me recibe con un abrazo, sobre su escritorio ha dejado un ejemplar de Orientación, el periódico semi legal del Partido de aquellos años.

Pero no hablamos mucho de política partidaria, Zaspe quiere saber como están los presos y pregunta todo: qué comen, cómo duermen, si les pegan, quién les da asistencia religiosa; y escucha con mucha atención, aunque tengo la sensación, que él conoce perfectamente todo lo que sufrimos.

Luego paso yo a realizar denuncias muy puntuales sobre dos compañeros de la Fede santafesina que estaban haciendo la colimba: uno es Ítalo, a quien en la base Belgrano, cuando descubrieron que era de la Fede, lo ataron de los pies y lo llevaron colgando de un helicóptero por toda la base para terminar bajándolo en un edificio alejado, donde lo interrogaron los de Inteligencia Militar, con aire de perdona vidas.

El otro compañero se llamaba Danilo Nadalutti y en el ejército lo hostigaban por sus antecedentes familiares. Y es que el viejo Nadalutti era de la estirpe de Chocho o de Don Pepe Sorbellini: había resistido un allanamiento de la patota a puro disparo de escopeta de caza y seguía mudando compañeros y muebles con la misma camioneta diesel que usamos para mudarme dos veces bajo la dictadura.

Seis meses más tarde de la entrevista, y de nuestra denuncia del acoso sobre el soldado comunista, Danilo apareció muerto en la sala de Armas con un balazo en la cara.  El informe del forense dijo que había sido un accidente fruto del descuido de Danilo; pero en aquel tiempo, nosotros ya lo denunciamos como un asesinato más de los sufridos por la izquierda.

Zaspe toma nota de todo, y una y otra vez se compromete a hacer lo que pueda, pero insiste en que lo que puede, no es mucho. Me mira a los ojos y me dice casi en tono de súplica que espera que entienda que no está en sus manos salvar la vida de los compañeros.

Al terminar, le pido, y me da, una carta de recomendación para que la gente de la juventud católica se interese más por el tema de los derechos humanos.

No son pocas las Iglesias que aceptan ofrecer misas por la libertad, pero no son suficientes. Para parar el monstruo puesto en movimiento hace falta poner en movimiento a buena parte del pueblo y por eso apenas salido de la cárcel la Fede me encomendó ayudar a formar el Seminario Juvenil de la A.P.D.H. en la provincia.

Pero no me alcanzó el tiempo, me volvieron a chupar (63) antes de lo pensado.

 


Notas 

(63) Secuestrar.

 

  

 

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