1. Razones del Trabajo

Tito Martín..., por José Ernesto Schulman

 

 

El 8 de octubre de 1984, pocos días después que una movilización popular acompañara la entrega del informe final de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas al entonces presidente Alfonsín (lo que constituyó un verdadero “entierro de lujo” al reclamo de juicio y castigo, de aparición con vida), un comando penetraba en los Tribunales de Rosario y robaba los documentos depositados allí por la delegación local de la CO.NA.DE.P.  El episodio aún sigue impune, así como los crímenes registrados en dichos documentos. ¿Qué elementos probatorios había allí que tanto temor despertaran y los llevara a cometer semejante osadía?

Pruebas incontrastables  de que una de las empresas más poderosas del país,  Acindar S.A. y sus principales directivos de los últimos 20 años (José Alfredo Martínez de Hoz y Alcídes López Aufranc en primer lugar, como sucesivos presidentes del directorio desde 1968) están comprometidos hasta el hueso en el genocidio sufrido por nuestro pueblo. Nueve años antes del robo de los tribunales rosarinos, el 20 de marzo de 1975, un impresionante operativo represivo se había desatado sobre la  ciudad de Villa Constitución tras la denuncia del Poder Ejecutivo Nacional encabezado por Isabel Martínez de Perón de un supuesto complot subversivo contra la producción industrial asentada en la ribera del río Paraná, en el llamado cordón siderúrgico que va de Campana a Villa Constitución según lo aseverado en el comunicado firmado en la noche del 19 al 20 de marzo por los entonces ministros: Rocamora de Interior;  Benitez de Justicia; Otero de Trabajo; y Savino de Defensa.

En la madrugada del 20 de marzo, Villa Constitución fue tomada por cuatro mil efectivos de las fuerzas conjuntas de la Policía Federal, Provincial, Gendarmería y Prefectura Naval  en una acción desplegada por tierra, aire y agua.   Centenares de casas fueron allanadas brutalmente, más de 300 compañeros fueron detenidos y algunos quedarían presos sin causa ni proceso hasta por siete años.  En esos días de terror fueron colocadas 110 bombas y  asesinados 20 compañeros. (4)  Veinte años después, Alberto Rocamora, el entonces inspirador principal del Operativo (que sería conocido  por su nombre) presidiría, en su carácter de diputado constituyente de más edad, la sesión inaugural de la Reforma de la Constitución celebrada en la ciudad de Paraná.

¿No es acaso un símbolo doloroso y patético del balance de las dos décadas transcurridas para el movimiento popular y la democracia?  Hay otros.  Los genocidas en libertad y relatando pornográficamente los tormentos con que sometieron a los presos. Acindar, que culminó en 1991 un proceso de reconversión tecnológica y “flexibilización laboral, participando en el festín de las privatizaciones con que el gran capital financiero internacional y sus socios locales se “cobraron” la deuda externa que los militares generaron en esos años.

Toda la historia de los últimos 20 años del  país se podría contar tomando como eje las luchas obreras y populares de Villa Constitución que culminan en el Villazo (16 de marzo de 1974); del Operativo Rocamora del 20 de marzo de 1975 montado para detenerlas; de la increíble subordinación del Estado (no solo económica) a los intereses privados de los dueños de Acindar; y de su fabuloso crecimiento, desde los modestos comienzos de 1944 hasta los lugares de privilegio que hoy ocupa; de la lucha por recuperar el sindicato metalúrgico y otras organizaciones sindicales y populares de Villa Constitución después de la retirada de los militares en 1983, y del modo y las condiciones en que estas han desplegado su actividad en estos años de “democracia” en que, por cierto, en modo alguno se cumplieron las promesas alfonsinistas de que con ella se comería, se lograría vestimenta, salud, educación y vivienda.

El contribuir a recuperar su historia (como aquí, modestamente nos proponemos) es un modo concreto de aportar a recuperar la historia del país, esa que no aparece en los textos oficiales ya que como decía Rodolfo Walsh: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni m mártires.  Cada lucha debe así comenzar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan.  La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.”

Desde esta perspectiva, Villa Constitución es como un gigantesco laboratorio social donde se han experimentado políticas, métodos represivos y de control social, modificaciones profundas de las relaciones de clase en todos sus aspectos (técnicas, económicas, ideológicas, militares y políticas) desde la  iniciativa más que inteligente de un grupo económico que ha demostrado estar más de una vez a la vanguardia de las estrategias burguesas por hacer más rentable el capitalismo argentino.  Cueste lo que cueste.  Villa Constitución resulta así un verdadero punto de concentración de las contradicciones que atraviezan la sociedad argentina en todas direcciones.

El 20 de marzo del 75’, ¿no puede pensarse como un ensayo general del golpe del 24 de marzo del 76’? La construcción de la Planta Integrada  (culminada en 1978) con fondos provenientes de un crédito externo, ¿no es un preámbulo de la masiva contratación de la deuda externa?  La absorción/fusión de sus principales competidoras de entonces (Santa Rosa, Genaro Grasso y Gurmendi en 1979) ¿no es uno de los ejemplos más notorios del proceso de concentración económica con que la burguesía enfrentó la crisis de los 70’ y se preparó para la reconversión/ajuste que comenzó en los 80’, y aún sufrimos? El conjunto de mecanismos (5) por el cual Acindar logró subsidios estatales, ¿no constituyen una de las muestras más contundentes del carácter parasitario del capitalismo argentino? o como se dice, en un trabajo ampliamente utilizado por el autor: “Este grupo empresario es también un paradigma del carácter parasitario, especulador y subsidiario que adoptara el esquema de acumulación de las fracciones más concentradas del capital local en los últimos años”. (6)

Y por último, la “flexibilización laboral” (reducción del personal y polifuncionalidad de los trabajadores con perdida de las conquistas  que figuraban en el Convenio Colectivo) impuesta primero en su planta de La Tablada y luego en las de Villa Constitución en 1991, ¿no constituyen una anticipación de las leyes sancionadas últimamente bajo el impulso menemista y la complicidad de la llamada oposición? Pero este costado de la cuestión no agota el análisis ni mucho menos.  No es este un libro de historia económica (solamente). Hemos dicho antes que es un intento de contar la historia del país desde la historia de Villa. ¿Por qué es esto posible?

Porque Villa  representó en esos años uno de los ejemplos más altos de combatividad, conciencia de clase, voluntad de lucha y unidad popular. Porque Villa resultó ser el último bastión del movimiento popular; porque aún resistía cuando Córdoba ya había sido copada por Lacabanne (7) y casi todos los sindicatos combativos y/o clasistas  habían sido intervenidos y sus dirigentes aislados por la represión o víctimas de ella. Porque el Villazo no es el fruto de la casualidad o la mera obra de un grupo de activistas, sino el resultado de un prolongado proceso de acumulación política resultante de un ciclo de luchas iniciado en los años 60’ e interrumpido por la fuerza de las armas y el terror en 1975/76’.   

Y aún más, mirando en profundidad, el Villazo (como todas las luchas populares ofensivas de la decada del 70’ son el resultado y continuidad dialéctica de las gestas de resistencia aborigen a la invasión colonial española (sobre el mismo río, 75 kilómetros al norte se produjo el primer enfrentamiento con los españoles en 1529) (8), de las grandes luchas obreras de principios de siglo ahogadas a sangre y fuego como las de la “semana trágica” en Buenos Aires, las de la “Patagonia rebelde” o las del norte Santafesino contra la Forestal (9), de las heroicas luchas obreras -resalta aún la de los obreros de la construcción- en la “decada infame” (10), del protagonismo popular expresado en el 17 de octubre que gestara al peronismo, de las huelgas realizadas antes y después del 55’ , de la llamada “Resistencia Peronista”; y de un modo más directo, con la oleada de agitación, movilización y esperanza que recorrió toda América Latina durante los 60’ a impulsos de la entrada victoriosa en La Habana de Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y el Che Guevara el  primero de enero de 1959.  Este libro es un intento de acercar elementos de análisis sobre todos estos temas a partir de una figura tan simbólica para Villa, como Villa lo es para el movimiento popular argentino, Tito Martín.

Doblada ya la curva de los 70, Tito sigue siendo un personaje imprescindible en Villa Constitución y todo el sur santafecino. Dirigente vecinalista, miembro eterno del Tribunal de Disciplina deportiva de la Liga del Sur de Fútbol, jubilado ferroviario (fue conductor de locomotoras) no olvida su pasado de maestro y sigue volcándose a su pueblo como desde hace tantos años.  Preocupado por la "cuestión social", se incorporó a la actividad socio/política desde muy pequeño, y sigue firme en su puesto de lucha en el Partido Comunista.  Dirigente del gremio de La Fraternidad, fue secretario general de la C.G.T. Regional que funcionó en 1975 hasta la represión salvaje del 20 de marzo.  Candidato a concejal o a intendente, preso en Coronda o Rawson, delegado en México (junto a Neruda) en un evento pacifista, navegante por su querido río Paraná...

En estos tiempos de arrepentidos y travestismos de todo tipo, Tito Martín muestra orgulloso su vida de lucha por la revolución.  Una vida en que no esperó el triunfo para amar el próximo o vivir plenamente. Una vida sencilla, casi austera, pero tan llena de sentido que resalta impecable entre tanto "ricos y famosos" que atestan las revistas de moda y los programas "periodísticos". Una vida que no puede ser contada al margen del Villazo, del Operativo Rocamora o de la acción de los Acevedo al frente de Acindar. No es esta una biografía en un sentido clásico del termino, aunque tiene una fuerte carga de relatos de vida. En primer lugar de Tito Martín, pero también de Angel Porcu, de Carlos Sosa, de Alberto Piccinini, del Negro Segovia, de Rodolfo Graff. De los veinte compañeros asesinados durante los años de terror.  De una generación de luchadores.  No es una simple recopilación de documentos, aunque presentamos algunos inéditos en el país como el testimonio de Angel Porcu quien fuera miembro de la Comisión Interna de Acindar, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores y uno de los dirigentes más firmes de aquella etapa. Encarcelado el 20 de marzo y expulsado del país por su nacionalidad italiana, escribió el testimonio que presentamos en el exilio.

También documentos del Comité de Lucha que funcionara bajo la dirección del inolvidable Luis “Negro” Segovia cuando el grueso de la Comisión Directiva y de las Comisiones Internas cayeran bajos las garras del Operativo represivo.    El Comité de Lucha tuvo la responsabilidad de organizar (en las duras condiciones de persecución y semilegalidad que impusiera el lopezreguismo en esos meses) la resistencia al Operativo, la solidaridad con los compañeros presos, la heroica huelga de 59 días con que los obreros repudiaron la detención de sus dirigentes así como la intervención de su sindicato, y la movilización popular del 22 de abril del 75’.

También hay un par de escritos de Agustín Tosco con referencia a la lucha de Villa Constitución, y particularmente al rol y esencia de la burocracia sindical personificada en este caso por el “loro” Miguel y lo que por entonces se llamaba “la patria Metalúrgica”. Así se llamaba a la burocracia sindical de la U.O.M.R.A. (Unión Obrera Metalúrgica de la República Argentina) símbolo del supuesto “poder sindical”, el que nunca fue otra cosa que la cuota de poder entregada por los poderosos a la camarilla de dirigentes encaramados a los sindicatos para reprimir a los honestos y combativos, llevar las luchas y reclamos obreros a la mesa de negociación claudicante ante el Ministerio de Trabajo e introducir en su seno las ideas de la sumisión, de la subordinación, de la “colaboración de clases” y el proyecto político del momento de la fracción burguesa dominante en el peronismo.

El análisis del conflicto de Villa Constitución muestra de un modo resaltado la triple función histórica de la burocracia sindical argentina: su función represiva; su función económica y su función ideológica/cultural; todo ello en la perspectiva política que, como decía Agustín Tosco: “Un sindicato es parte de la vanguardia de la clase trabajadora o un instrumento para aquietar a las masas”; y esta verdad se hace más que evidente en momentos como los del Villazo y el Operativo Rocamora. “Parte de la vanguardia de la clase trabajadora o un instrumento para aquietar a las masas”. Si pensamos un poco, la frase presupone reconocer algo que pareciera no estar cuestionado en ese momento (por lo menos en el campo de lo popular) cual es el hecho de que la clase trabajadora estaba luchando, que esa lucha tenía una vanguardia y que hay quienes querían “aquietar” esa lucha; lo que nos lleva al análisis del proceso preparatorio (en términos de masas) de la ofensiva popular que se extiende desde Mayo del 69’ (Cordobazo, Rosariazo, etc.) hasta mediados de 1975 y que incluye de un modo resaltado -como el mismo Tosco consigna en sus escritos- las luchas obreras y populares motivo del presente trabajo.    Hecho desde la perspectiva actual el debate tiene, a mi entender,  un eje articulador principal: ¿las luchas fueron inútiles y hay que sumarse desde el campo del movimiento popular a la catarata de arrepentidos? o por el contrario, se trata de abordarlas como parte del imprescindible proceso de aprendizaje y de acumulación de fuerzas en el camino de la construcción de un poder popular capaz de destituir el actual. y resolver la crisis capitalista desde una óptica nacional, popular, obrera y revolucionaria; como parte de la “otra historia” en que deben reconocerse los humildes y humillados para construir una identidad nacional de liberación, en confrontación con la cultura del colonizado que comienza justamente por asumir el discurso justificativo del opresor de sus propias desgracias.

Así, la culpa de los sufrimientos ocasionados al pueblo de villa por la represión legal e ilegal, militar y parapolicial, constitucional y dictatorial, no es del polo de poder dominante y concretamente de los dueños de Acindar sino de los propios trabajadores y luchadores por el cambio social que “con sus errores y desatinos forzaron la represión”. Ocultan que la violencia original es siempre la de “ellos” y es casi siempre “legal”. ¿O no es violencia el apoderarse del trabajo de los obreros sin la correspondiente retribución salarial acorde al nuevo valor creado?    Hace más de 100 años, Carlos Marx y Federico Engels demostraron que el famoso capital no es otra cosa que el trabajo no retribuido (plusvalía la llamaron) a los trabajadores, acumulado ciclo tras ciclo de la producción. La historia del crecimiento de Acindar es más que elocuente. Hubo periodos en que se llegó al extremo de que en una hora los trabajadores producían tanto como el jornal recibido y que las restantes siete horas lo hacían gratis. (11)  La esencia del capital, su propio proceso de formación como tal es inevitablemente violenta. Y no hablemos del proceso de “acumulación original” que incluyó la conquista y saqueo del oro de América con su correspondiente exterminio de civilizaciones más que centenarias y la expulsión a punta de bayoneta de millones de campesinos europeos de sus empobrecidas tierras;  que en la Argentina necesitó de una nueva vuelta del genocidio étnico con la Conquista del Desierto (la de Roca en el Sur durante 1879) y la más ignorada del Noreste hacia 1911 (12); de la explotación  masiva de los inmigrantes europeos remitidos a las tierras de los grandes señores, de la destrucción sistemática de las economías regionales que no fueran funcionales al modelo capitalista de la hora, etc.   También el proceso de “acumulación original” de Acindar se basa en procedimientos extra-económicos, en actos gubernamentales de claro favoritismo como fueron las exenciones impositivas, las subvenciones tarifarías, los estímulos a la exportación y, sobre todo, los avales para los créditos extranjeros luego asumidos como propios por el estado.

Pero si alguien se niega a considerar todo esto como violencia, digamos sencillamente que ante el más simple de los reclamos obreros: que se cumpla la legislación vigente y se respeten los dirigentes electos por ellos, la empresa reaccionó con amenazas, despidos, persecuciones; siguió con la intervención de la Policía Federal, los atentados terroristas a militantes y locales para culminar poniendo un centro de detención ilegal, torturas y exterminio dentro de la planta industrial de Villa Constitución con su colaboración y sostén económico (13) con lo cual volvemos al comienzo de estas reflexiones iniciales: el robo de los documentos de la Conadep/Rosario y una nueva pregunta: por qué tanto empeño en ocultar la historia, si en definitiva es una historia en donde ellos (por ahora al menos) son los vencedores?. Porque el no contarla, el mantenerla oculta, es parte de su batalla para que los perdedores sean derrotados. Esta es por cierto una historia de perdedores, pero no de derrotados.

Una historia de quienes se jugaron enteros por la felicidad del pueblo y fueron aplastados por la represión más salvaje y terrorífica que se conozca.  Venimos a contar, en todo caso, la historia que los vencedores se han negado a contar, la historia oculta.  La historia que fueron a robar a los Tribunales de Rosario una noche de octubre del 84’. Si no nosotros, ¿quién la va a contar? Esta historia la tienen que contar los perdedores; para mantener viva las razones de la lucha, la memoria de los mártires, y encendida la llama de la esperanza en  alcanzar el triunfo esperado. 

Los testimonios de Tito y de Angel, los documentos referidos, muestran como la lucha de Villa creció al compás de la dinámica más general de la lucha de clases en la Argentina: hacia 1968 la expectativa generada por el golpe de estado de 1966 se había ido agotando. El gobierno de Illia, llegado al gobierno en 1963 con un raquítico 21,5% por ciento de los votos y la proscripción del peronismo, había sido tumbado por un golpe de estado en favor del proceso de concentración y penetración del capital extranjero que había contado con el aval más que explícito del General Perón (14) y el sector mayoritario de la burocracia sindical. Sin embargo, como ya había ocurrido con el golpe del 55’ y el del 62’ y como seguiría ocurriendo muchas veces,  el peronismo y la dirigencia sindical se dividieron en “participacionistas” y “combativos” en un movimiento contradictorio que expresaba tanto el surgimiento y desarrollo de corrientes combativas y de izquierda (que convergerían más adelante en la Tendencia Revolucionaria referenciada en Montoneros) por un lado, como el clásico truco peronista de operar “con las dos manos” para mantener  todo bajo control del General.

Las diferencias entre “participacionistas” y “combativos” irían a estallar en el Congreso de la C.G.T. de marzo del 68’ en que Raimundo Ongaro es electo secretario general de una C.G.T que pasa a denominarse “de los Argentinos” ante la traición de los principales “dirigentes sindicales” que lo abandonan.  Por cierto, uno de los secretarios de la C.G.T. “de los Argentinos” en Villa Constitución fue Tito Martín.    Durante todo 1968, la C.G.T. de los Argentinos -que nucleaba a su alrededor a buena parte de la militancia de izquierda de diverso origen- impulsó innumerables acciones y actos de resistencia, pero fue desde principios del 69’ que comenzó a verse que la “pax romana” de Onganía empezaba a resquebrajarse:  en el norte santafesino, la quiebra de la industria azucarera  amenazaba de muerte a una antiquisima población, Villa Ocampo; de allí salió una Marcha del Hambre hasta la ciudad de Santa Fe.    El 14 de mayo en medio de una masiva movilización estudiantil contra la privatización del Comedor Estudiantil de Corrientes cae asesinado Juan José Cabral, en las manifestaciones rosarinas de protesta es abatido Adolfo Bello; sus asesinatos  conmoverían al país como antes lo había hecho la de Santiago Pampillón. 

El 21 de mayo se produce el primer Rosariazo, durante cinco horas miles de manifestantes se apoderan del centro de la ciudad y confrontan con piedras y palos con la policía que no alcanza a dominarlos y se ve obligada a replegarse.  En un enfrentamiento se ve caer un joven cubierto de sangre.  Es Luis Norberto Blanco de solo 15 años, ayudante metalúrgico. El 29 de mayo los trabajadores ocupan Córdoba por algunas horas y gestan uno de los actos de resistencia más simbólicos de la historia Argentina; por cierto allí estaría uno de los personajes de nuestra historia, el futuro presidente de Acindar, el General Alcídes López Aufranc, activo participante de la represión al movimiento popular. De ahí en adelante, las energías acumuladas desde el 1955 por el movimiento popular se pondrían en movimiento y las luchas irían subiendo de reclamo: de los salariales y económicos a los de plena vigencia de la democracia hasta llegar a una consigna que -hoy puede parecer casi increíble- era coreada por miles y miles en las calles y combates populares: ¡Por la Patria Socialista!  La burguesía sintió por primera vez que no solo cuestionaban su cuota de ganancia sino las bases de su sistema.

En esos años se pusieron en juego también todas las visiones, todos los proyectos que anidaban en el campo popular y que pugnaban (muchas veces del peor modo, enfrentándose entre si) por conducir el proceso de lucha de masas. (15) Es fácil ahora, como un maestro ciruela, examinar los documentos o las acciones de cada una de las fuerzas y repartir elogios y críticas para terminar concluyendo que  -dado que no se logró el objetivo declarado por todos de tomar el poder- todos estaban equivocados. Dice Galeano, como él solo puede decirlo, que una cosa es fracasar y otro es ser derrotado, y la izquierda en estos lares nunca pudo fracasar porque nunca ejerció ni el gobierno ni el poder. Los que fracasaron son los partidarios del capitalismo que llevan más de 100 años ejerciendo ambos con el dramático resultado que todos sufrimos. La izquierda fue golpeada duramente.  Junto a todo el movimiento popular. Debilitada por su incomprensión básica del valor de la unidad de los revolucionarios y por sus errores de proyecto político. (16) Pero no fracasó, al contrario; pese a sus limitaciones e incomprensiones cerca estuvo de cuestionar el poder y para poder impedirlo tuvieron que acudir a uno de los mayores actos de barbarie de la historia universal. Y todavía les dura el pánico de comprender que el pueblo puede.

Que se arrepientan ellos, yo me quedo con la historia de Tito Martín y de todos los compañeros que protagonizaron el Villazo. Cuando ya nadie se acuerde en este país de Martínez de Hoz o del miserable Rampoldi; cuando ni el polvo quede de los López Aufranc o del agente Aníbal Gordon (17) las nuevas generaciones seguirán recordando a Tito Martín, al Negro Segovia y a cada uno de los nuestros que cayeron en la larga lucha por abrir paso a la vida. A todos ellos dedico este libro/homenaje con mis mayores deseos de que pueda aportar, así sea mínimamente, a cumplir sus sueños.

 

José Ernesto Schulman
Rosario, 15 de agosto de 1995

         

 


Notas

(4) La lista completa se inserta al final del libro.

(5) Se hace una minuciosa descripción de ellos en el capitulo "Martínez de Hoz, ministro de economía del genocidio".

(6) "El conflicto de Villa Constitución. Ajuste y flexibilidad sobre los trabajadores. El caso Acindar. de Eduardo Basualdo, Claudio Lozano y Miguel Angel Fuks. editado por el I.D.E.P. de A.T.E. en 1991.

(7) En enero de 1974 se produjo un mini golpe de estado contra el gobierno de Córdoba encabezado por Obregón Cano que abrió paso a una generalizada represión contra el movimiento popular. El carnicero Menéndez preparaba "La Perla".

(8) Fue en Sancti Spiritu, en lo que hoy es Puerto Gaboto, primer asentamiento español en territorio nacional.

(9) Cuando hablamos de la Semana Trágica nos referimos a los acontecimientos ocurridos en enero de 1918 en la ciudad de Buenos Aires donde fuerzas parapoliciales, la "Asociación Nacional del Trabajo" y la "Liga Patriótica" asolaron de muerte los barrios obreros, especialmente de rusos y judíos acusados genéricamente de "maximalistas", so pretexto de una huelga metalúrgica en la fábrica Vasena; por la misma época (1919/21) se produjeron las huelgas de los obreros rurales de las estancias de propiedad del capital ingles y la represión despiadada del Ejercito, los sucesos fueron inmortalizados por Osvaldo Bayer en su insuperable "La Patagonía Rebelde" del cual hay una versión cinematográfica y también la rebelión de los hacheros de los montes del Chaco Santafesino explotados sin límite por una empresa monopólica también inglesa, La Forestal que llegó al colmo de organizar un cuerpo militar propio bautizado como "Los Cardenales". También de esta lucha hay un texto antologico, base también de una película, del santafesino Gastón Gori.

(10) Así llamada por las trágicas consecuencias del golpe de estado del 6 de septiembre de 1930 contra Irigoyen que diera origen a diez años de dictaduras militares con vasta represión encabezadas por Uriburu primero y por Justo. En el 38' fue reemplazado "electoralmente" por Ortiz.

(11) Ver el capitulo "Martínez de Hoz, ministro de economía del genocidio" donde se aportan numerosos datos y ejemplos sobre el tema.

(12) Incluye las acciones del General Obligado en el Norte Santafesino y en el Chaco, antecesoras directas de la instalación de la Forestal.

(13) Los documentos sobre tal compromiso, recogidos por la CONADEP rosarina, son los que fueron robados de los Tribunales rosarinos. Igualmente en el expediente 1770 de la Conadep (citado más adelante) hay testimonios concluyentes sobre el tema.

(14) Preguntado por el jefe golpista, Perón había contestado que era un buen muchacho, y había llamado a "desensillar hasta que aclare" en un claro llamado a abrir un compás de espera y expectativa. El secretario de la C.G.T. Francisco Pardo, el de la U.O.M. Timoteo Vandor, el del Vestido, José Alonso, asisten a la ceremonia de asunción del mando golpista.

(15) Aunque la lista de organizaciones de izquierda de esa época sea casi interminable creemos que los proyectos con más grado de instalación, influencia en el movimiento popular y capacidad de incidir en el rumbo de la lucha de clases fueron el del Partido Comunista (expresión local del por entonces poderoso Movimiento Comunista Internacional, gobernante de medio mundo y portador "oficial" del marxismo ortodoxo con sus méritos y serias limitaciones, sobre todo las de ilusionarse en los cambios institucionales pacíficos y electorales así como en las supuestas virtudes de la "burguesía nacional"); el de Montoneros (que aunque conocido públicamente por el ajusticiamiento de Aramburu un año después del Cordobazo, recogía el aporte de las mejores tradiciones revolucionarias peronistas pero que ni aún en sus momentos de más esplendor -que son justamente cuando privilegia la acción movilizadora de las masas entre finales del 72' y su expulsión de la Plaza de Mayo el 1/5/74- pudo superar la visión errónea de que el peronismo fuera un Movimiento de Liberación Nacional y se negara a construir un verdadero Frente Liberador, casi todo el periodo dictatorial se encolumnaron tras la consigna del "Luche y vuelve". Y el del Partido Revolucionario de los Trabajadores (brazo político del E.R.P.) que aportó por esos años a valorar el objetivo socialista y la vía revolucionaria de conquistarlo pero que no pudo superar las deformaciones militaristas que terminaron facilitando su exterminio.

(16) Lejos estoy de desconocer o subestimar tales errores e insuficiencias, la primera de ella el no contar con una herramienta teórica en condiciones de interpretar la realidad y pensar como cambiarla, pero seria irresponsable pretender un ajuste de cuentas en pocas líneas que no muestre el complejisimo sistema de condicionantes nacionales y mundiales que coadyubaron a ello. Queda la deuda.

(17) Rampoldi fue un agente infiltrado entre los trabajadores de Acindar y responsable de numerosas ejecuciones y actos de tortura; el famoso Aníbal Gordon fue activo participe del Operativo Rocamora.

 

  

 

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