Martín, Juan

Legajo Conadep Nº 440 

 

Campo de Concentración de Nueva Baviera


En 1975, al lanzarse el “Operativo Independencia”, nombre en clave de la ocupación militar de la provincia de Tucumán, el Comando de la Zona de Operaciones se instaló en la comisaría de Famaillá, ciudad ubicada a 36 kilómetros al sur de San Miguel de Tucumán.

El Operativo significa una lucha abierta contra la guerrilla rural, basada en la represión generalizada de la población del sur de la provincia, especialmente la rural.

Esta región está dedicada casi por entero a la producción azucarera y cuenta con más de una docena de ingenios. En el momento de comenzar el operativo, los trabajadores tienen una organización sindical muy desarrollada.

Es en esta zona, durante 1975, que se ensayan una serie de medidas represivas idénticas, tales como el secuestro y posterior desaparición de centenares de militantes, que luego eran trasladados a un lugar donde eran concentrados y torturados durante todo el tiempo que el mando militar considerara necesario.

Desde febrero-marzo de 1975 hasta marzo-abril de 1976, este centro clandestino de concentración y tortura fue una escuelita a la salida del oeste de Famaillá, camino al ingenio Fronterita. La existencia de este campo fue revelada inclusive antes del golpe militar de 1976. En este período, el Operativo Independencia estaba a cargo del General Acdel Edgardo Vilas.

En marzo-abril de 1976 asume el gobierno de Tucumán el general Antonio Domingo Bussi y jefe del Comando de la Zona de Operaciones es designado el teniente coronel Antonio Arrechea, que hasta entonces se había desempeñado como jefe de la Policía provincial.

Fue en ese momento cuando se resolvió trasladar el Comando de la Zona de Operaciones de Famaillá al Ingenio Nueva Baviera, que había cerrado en 1966 y que en ese entonces estaba totalmente desocupado. También en esa época se cierra la escuela de Famaillá, como centro de tortura y reclusión.

A partir de entonces, se descentraliza la represión y se crean los centros clandestinos de concentración de prisioneros. Algunos de ellos, como el de la Jefatura de Policía, ya existía como tal, aunque sólo como lugar de paso, para el posterior traslado a la escuela de Famaillá.

El Ingenio Nueva Baviera está ubicado frente a la ciudad de Famaillá. En la ruta Nacional N° 38, a la altura de la ciudad, existe hoy una rotonda. Si se marcha en dirección sur por la ruta, a la derecha está el camino de acceso a Famaillá, y a la misma altura, pero a la izquierda –es decir, en dirección este– el ingreso a Nueva Baviera, a unos 400 metros dela ruta nacional. Entre ésta y el ingenio existe un barrio de ex empleados de la fábrica azucarera.

Todo el ingenio Nueva Baviera era una base militar, la principal en la zona de operaciones, y allí estaban acuartelados los efectivos del Ejército principales, transportados hasta allí desde distintos puntos del país.

Los portones de acceso estaban vigilados en forma permanente por efectivos militares.

En lo que fueron las oficinas de la empresa se había instalado el Comando y las viviendas de los oficiales. Esta zona estaba al fondo del establecimiento, en línea recta con los portones de ingreso.

En Nueva Baviera funciona un helipuerto y gran cantidad de material rodado para el transporte de tropas, de todo tipo.

En las instalaciones generales del ingenio vivían los soldados. El campo de concentración estaba emplazado en el viejo laboratorio del ingenio, y en sus instalaciones anexas. Estaba ubicado a 30 metros al sur del portón principal del ingenio, y para llegar hasta él era necesario pasar por otro portón de malla de alambre, por un portón de malla de alambre, por un portón metálico, de unos cuatro metros de ancho, que comunicaba con una playa de estacionamiento techado, y por otra puerta, que vinculaba mediante un hall a todas las dependencias del edificio.

Toda esta zona estaba rodeada de carteles que prohibían el acceso, por ser “restringida”. Sólo podían ingresar oficiales del Ejército y personal de la policía provincial. 

Atrás del laboratorio estaba ubicado el helipuerto.

Este campo funcionó hasta agosto de 1977, fecha en que fue desmantelado y disuelto el grupo operativo que tenía base allí, cuyos integrantes –militares y policías– fueron reincorporados a sus destinos habituales.

Los prisioneros alojados allí en esa fecha, fueron trasladados: unos al L.R.D. de la Compañía de Arsenales, otros a la Jefatura General de Policía, y otros, finalmente, con destino que desconozco.



Descripción del campo


En la nave donde había funcionado el laboratorio, de unos 40 metros de el laboratorio, de unos 40 metros de superficie, estaban alojados prisioneros del campo (ver plano). Dos de sus paredes tenían grandes ventanales (llegaban desde el techo hasta una altura de 1,20 metros respecto del piso), pintados por fuera y con papel traslúcido por dentro. Sobre la pared sur del laboratorio había un pequeño baño (0,60m por 1,20m aproximadamente) y contra la pared norte, un lavatorio.

En el centro del laboratorio, y casi por todo el largo, había una mesada de mampostería, recubierta de azulejos, utilizada originariamente para la realización de análisis químicos.

Al laboratorio se accedía por un pequeño hall de entrada que comunicaba con un sector del galpón que servía como garage. Desde ese mismo hall se accedía, hacia la izquierda, a una oficina donde había un armario que contenía los archivos, informaciones y listas del grupo operativo, dos mesas, una máquina de escribir y varias sillas.

Esta oficina estaba comunicada por una puerta con una pequeña habitación utilizada como sala de torturas.

En ella había un elástico de cama y varias sillas. En esta sala había otro baño, de reducidas dimensiones, y otro lavatorio adosado a la pared.

Otro cuarto, también utilizado como sala de torturas –tenía unos 2 metros por 1,20m– estaba comunicado directamente con el hall de entrada.



Condiciones de detención


Al ingreso al campo, los prisioneros, fueran hombres o mujeres, adultos o niños (en Nueva Baviera es el único lugar en el que veo niños secuestrados) se les vendaba los ojos, y sus manos atadas con sogas o esposadas.

La mayor parte del día permanecíamos en el laboratorio, acostados sobre el piso, siguiendo el perímetro de la nave, unas veces más juntos, otras, más separados, según la cantidad de detenidos que había. Para los interrogatorios éramos llevados a las salas de tortura. En este campo, las posibilidades de salir a algún espacio exterior para los prisioneros eran virtualmente nulas.

Tres o cuatro veces por día la guardia nos ordenaba realizar ejercicios físicos. La guardia era permanentemente dentro del laboratorio, al igual que en el hall de entrada y en el portón de ingreso de los vehículos.

La guardia cambiaba cada 24 horas, y los turnos tenían 48 horas de descanso. Todos sus integrantes eran policías de la provincia de Tucumán.

La permanencia de los prisioneros en Nueva Baviera no era prolongada: el máximo era de unos dos meses, pero lo más frecuente era que los detenidos permanecieran allí 10 o 15 días.

En general, los prisioneros eran trasladados desde Nueva Baviera a los dos campos principales (“L.R.D.” y Jefatura).

Por todo cobijo para dormir se había provisto a los detenidos de una manta a cada uno, de color verde oscuro, perteneciente al Ejército. Se realizaban tres comidas al día: el desayuno, que consistía en un jarro de aluminio, que tenía la inscripción “Ejército Argentino”, con mate cocido; un almuerzo, a las 14 horas, y una cena, a las 20 horas. Toda la comida era provista desde el mismo ingenio, donde se cocinaba el rancho para las tropas.

Para ir al baño había que solicitar permiso, y el guardia nos conducía al baño interior.

En la época que yo permanecí allí –desde octubre a diciembre de 1976– hacía calor. Se nos permitía bañarnos una vez cada dos o tres días, e inclusive, lavar nuestras ropas durante el baño. Ambas operaciones se realizaban individualmente, en las mismas dependencias interiores. A mediados de diciembre de 1976 –éramos en ese momento 7 u 8 prisioneros, yo conocía a tres de ellos: Leandro Fote, dirigente sindical de los trabajadores del ingenio, Fernando Ojea y Ramón Amaya– nos ordenaron salir del laboratorio y nos subieron a una camioneta Ford, de caja metálica. Durante dos horas el vehículo estuvo circulando, por caminos de tierra. Luego regresamos otra vez a Nueva Baviera. Por comentarios de la guardia, tuvimos una versión explicativa de los hechos: se había realizado una inspección al ingenio, organizada por el general Bussi y el teniente coronel Arrechea. Aparentemente, la visita era realizada por miembros de algún organismo internacional.

El propósito de Bussi era claro: volviendo a secuestrar a los prisioneros ya secuestrados alojados en el campo de concentración, podía demostrar que en Nueva Baviera no había ningún centro ilegal de reclusión ni se torturaba, pese a los gritos de dolor de los prisioneros sometidos a tormento.



Las torturas


El interrogatorio estaba a cargo de personal policial del mismo campo, junto con oficiales de Ejército. Generalmente se torturaba en presencia del teniente coronel Arrechea, o de su segundo jefe, mayor Augusto Neme.

Las torturas consistían en golpes, picana eléctrica y submarinos, seco o mojado. Cuando se torturaba, se utilizaba una radio a todo volumen para acallar los gritos de los detenidos.

Una vez por semana, aproximadamente, un oficial médico del Ejército efectuaba una revisión de los prisioneros, para preservarnos como fuentes potenciales de información, esto es, que nuestros cuerpos pudieran seguir resistiendo las torturas.



El personal

Hasta mayo-junio de 1976 no había un grupo operativo especializado en secuestros y torturas en la zona, fuera del que tenía base en la escuela de Famaillá, que pertenecía al Destacamento 142 de Inteligencia, que operaba por órdenes directas del Comando de la zona de Operaciones.

En mayo o junio de 1976 Bussi ordena el traslado a Nueva Baviera de uno de sus guardaespaldas, el cabo de la policía tucumana Héctor Domingo Calderón, bajo mando directo de Arrechea. La misión de Calderón es formar un grupo operativo especializado en secuestros y torturas, dependiente en forma directa de Arrechea, para no tener que recurrir así a personal del SIC o del Destacamento 142.

Calderón recluta rápidamente entre el personal policial de la zona a unos 25 o 30 agentes, todos de origen campesino, destinados a distintas comisarías de pueblos del interior, cercanos a Famaillá, ya con alguna experiencia en tareas de represión, pues habían participado como apoyo en algunos secuestros realizados en esas localidades.

Este personal –que pude conocer– es el que integra, desde esa fecha hasta mediados de 1977, el grupo operativo para secuestros y torturas de Nueva Baviera. 

Militares

General ANTONIO DOMINGO BUSSI
(Gobernador de Tucumán y Comandante de la V Brigada de Infantería)

Teniente Coronel Antonio Arrechea
(Jefe del Comando de la Zona de Operaciones)

Mayor Augusto Neme
(Segundo Jefe del Comando de la Zona de Operaciones)

Policías

Cabo 1ro. Héctor Domingo Calderón
Agente Juan Luis Villacorta
Agente Miguel Angel Venturino
Agente Miguel Angel Nieva
Agente Oscar Andrade
Agente Zárate
Agente Guillermo Abec
Agente Antonio Seco
Agente Américo Verón
Agente Benito Segundo Acosta
Agente Benito Roldán


Modo operativo


Es similar, con las especificidades del caso, al de los otros campos de concentración clandestinos ya descriptos, aunque se adecuaban a las condiciones de la zona rural: los integrantes del grupo operativo vestían como campesinos, se desplazaban en vehículos utilitarios, etc.

Los automotores utilizados por el grupo eran dos Rastrojeros (camionetas pequeñas, de motor gasolero, de fabricación argentina), uno de color azul y otro naranja, una camioneta Chevrolet blanca y otra marca Ford, de color celeste, con caja metálica. Además, se utilizaba un coche Ford Falcon color crema.

Uno de los rastrojeros, de color naranja, había sido requisado a un sacerdote de la ciudad de Concepción, quien fue a su vez secuestrado, a quien los guardias identificaba como el “cura gaucho”. Desconozco sus nombres y apellidos.

En general en todos los operativos participaban entre 8 y 10 personas, con armas cortas y largas. En forma permanente integraban los grupos operativos 3 o 4 oficiales del Ejército, y algunas veces de la Armada. Estos oficiales no eran nunca los mismos, sino que rotaban y pertenecían a distintas unidades militares de todo el país que eran destinadas 45 días a la zona de operaciones.

Los oficiales intervenían en los operativos de secuestro por orden del Comando de la Zona de Operaciones.

Durante el tiempo que permanecí en Nueva Baviera, tuve información, por comentarios de los guardias, que tres oficiales de la Armada, también rotativos, habían cumplido funciones represivas directas. Uno de esos oficiales navales, de unos 35 o 40 años de edad, era hijo del Almirante (RE) Isaac Rojas. Este oficial participó en el asalto a una casa en la ciudad de Concepción, donde fue asesinado a balazos el militante popular ;c Donald.

El dueño de la casa donde ocurrió este hecho, así como su hijo, de 7 años aproximadamente, fueron secuestrados dos días antes del crimen. La madre había quedado cautiva dentro de la casa, bajo coacción. Dando verosimilitud a una situación de normalidad, que en realidad era una ratonera.

El niño estuvo en Nueva Baviera hasta mediados de enero de 1977. Posteriormente fue entregado a unos familiares que vivían en Los Sarmientos, localidad próxima a la ciudad de Aguilares. El padre fue trasladado al “L.R.D.” donde yo lo vi. Desconozco su destino ulterior.

 

   


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