DAGMAR INGRID HAGELIN
 
 
 
 

El 27 de enero de 1977, la ciudadana sueco-argentina Dagmar Ingrid Hagelin de tan sólo 17 años, salía de su domicilio para ir a visitar a su amiga Norma Susana Burgos en la localidad de El Palomar, el motivo de esta visita era la de ver como estaba ésta, ya que días pasados su hijita había muerto. Esta visita era una de las últimas cosas que Dagmar debía hacer, ya que en los próximos días partiría de vacaciones a la playa.

Esa mañana, al cruzar el portal de la casa de Burgos, dos hombres aparecieron saltando por un pasillo lateral, y la encañonaron. Inmediatamente alguien abrió desde adentro la puerta principal de la casa y otras armas asomaron apuntando a Dagmar.

El padre de Burgos que estaba viendo la acción sin poder participar, dijo que la cara de Dagmar se dibujo primero de sorpresa y luego de miedo, momento en el cual dio media vuelta y empezó a correr, mientras los dos hombres que salieron por el costado, salían tras ella. Uno era un teniente de corbeta rubio de ojos celestes, llamado Alfredo Astíz, y el otro era un cabo de la subcomisaría de El Palomar de apellido Peralta.

Según testimonios, Dagmar corrió lo más rápido posible e incluso ganaba terreno (era una atleta avanzada) a sus perseguidores y cuando se aprestaba a doblar en la esquina para perderlos de vista, el teniente de corbeta, Alfredo Astíz al grito de: ! Parate flaca si no te tiro! ! Parate flaca si no te tiro! Puso su rodilla izquierda en la calle, apunto su pistola con ambas manos y gatilló una sola vez.

El impulso que llevaba Dagmar, más el impacto de la bala, hizo que cayera de bruces. Su cara pegó contra una doble hilera de ladrillos que oficiaban de vereda, y ya no pudo reincorporarse. Ahí sus perseguidores se dividieron. El marino continuó su carrera hacia ella y se detuvo junto al cuerpo caído, aún apuntándole con su pistola. El policía avanzó hacia un taxista que observaba el episodio, lo encañonó y le ordenó a Jorge Eles – el taxista- que querían el auto, que eran de la Federal, éste le dijo que tenía fallas mecánicas, pero el policía a punta de pistola obligó a Eles a darles del auto al que condujo al lugar donde Dagmar estaba tirada, al no poder abrir el baúl, Peralta fue nuevamente a buscar a Eles quien pudo abrir el baúl y vió que entre los tres pusieron a Dagmar adentro, fue cuando está recuperó el sentido y levantó sus manos para evitas que cerraran la tapa. Dagmar sangraba por la cabeza, Peralta al volante salió velozmente a buscar a los que habían quedado en la casa, desde allí se perdieron de vista.

El día anterior, 26 de enero, Norma Susana Burgos había sido detenida, la habían interceptado en plena calle, se la acusaba de pertenecer a la organización Montoneros, y en su legajo había un hecho incontrastable: había sido la esposa de Carlos Caride, un dirigente de esa organización, muerto en combate con las fuerzas represivas. Sus captores pertenecían al Grupo de Tareas 3.3.2 de la Escuela de Mecánica de la Armada. La estadía de Burgos ese día fue breve ya que al momento la volvieron a subir a un auto de los cuatro que componían el operativo y enfilaron rumbo a su casa en la calle Sargento Cabral 317 de El Palomar. Los efectivos, al encontrarse con el padre de Burgos le dicen que a Norma la habían retenido en uno de los autos y empezaron a realizar un allanamiento en la casa, concluída ésta, la comitiva se fue, pero siete hombres se quedaron ocupando el lugar y no se preocuparon en dejar ver que estaban preparados para entrar en combate de un momento al otro. Se desparramaron por todo el lugar tomando posiciones y reconociendo el terreno y mucho rato después, ya en la madrugada, allanaron una casa de enfrente, que era una fábrica de plásticos y que al entrar, el que comandaba el grupo se identificó como teniente de la marina y mostró su credencial rápido, como para que nadie pudiera leer su nombre que figuraba al pie de la foto. El hombre era alto, rubio, atlético y de ojos celestes, se llamaba Alfredo Astíz. Los hombres tomaron posiciones. Esperaban a María Antonia Berger, ya que la marina poseía información de que la casa de Burgos era visitada por ésta, que era una importante dirigente montonera, su aspecto físico era similar al de Dagmar, pero un poco más alta.

Cuando Dagmar se acercaba, dieron la orden: ! Allá viene la chica de ojos claros! Dagmar pasa el portal y su vida cambia para siempre.

Al llegar a la ESMA, Dagmar fue confrontada con diferentes personas, con el objetivo de ver si los conocía, primero con su amiga Norma Susana Burgos, quien se sorprendió al verla, Dagmar estaba en una camilla acostada, mostrando una herida un poco más arriba del arco superciliar izquierdo. Su cuero cabelludo y su pelo tenían aún la sangre pegada de la herida y tenía un derrame rojizo bajo sus ojos. Estaba en estado consciente. En ese momento el teniente Alfredo Astíz, que usaba el alias de "Cuervo", "Angel" y "Rubio" le preguntó a Dagmar cómo estaba, agregándole que él le había disparado. También le mencionó su parecido por el tipo nórdico que ambos tenían. Junto a él se encontraba el oficial Francis William Whamond.

ESMA, donde permaneció Dagmar en cautiverio.

La segunda confrontación con Burgos, la tuvo dos o tres día más tarde, en ese momento Dagmar tenía un vendaje en la cabeza y una de sus manos estaba esposada a la camilla. El derrame debajo de sus ojos tenía un color más violáceo. Había sido objeto de alguna curación. Luego Dagmar fue confrontada con Inés Carazo, quien la vió al igual que Burgos con un vendaje en la cabeza, pero en este caso Dagmar estaba de pie. Según Inés Carazo los marinos más duros no querían mantenerla con vida, por el estado en que se encontraba: el disparo le había provocado una disritmia, sin control de esfínteres. Aunque su salud mejoraba, Jorge "Tigre" Acosta jefe de inteligencia de Grupo de Tareas 3.3.2 se negaba a largarla, decía a menudo que tenía un problema y que tenía que resolverlo. Decidieron matarla (a Dagmar) y Pernías estuvo de acuerdo con él. Mónica Lewin de García recuerda que no era preferible hablar de la "suequita" ya que era uno de los temas denominados "calientes".

A todo esto su padre, Ragnar, acompañado de un militar amigo se dirigió a la subcomisaría de El Palomar donde le informaron que se había recibido un radiograma donde indicaban que las fuerzas armadas iban a realizar un operativo en esa casa de la calle Sargento Cabral, ese radiograma era para que la policía se abstenga a intervenir y provenía de la Regional de Morón. Luego de recorrer sin ningún resultado todos los hospitales, clínicas y sanatorios, fueron a la Regional, (ya hacía más de doce horas que a Dagmar se la habían llevado) donde el comisario les comunicó que habían recibido un radiograma para que todas las comisarías y subcomisarías de la zona se abstuvieran de intervenir en un operativo antisubversivo que iba a efectuar ese día la Escuela de Mecánica de la Armada, en la calle Sargento Cabral 317, en El Palomar. También le informó una descripción minuciosa de los cuatro vehículos que iban a participar del operativo, se describían tres Ford Falcon y un Chevy.

Esa misma noche luego de dejar a su amigo en su casa y comer un sandwich en la suya, fue inmediatamente a hablar con el embajador sueco, no pudo, había que esperar hasta la mañana. Llegada esa mañana, y cuando Ragnar terminó de contarle al embajador sueco Per Bertil Kollberg, empezaron a hacer los pasos para poder dar con el paradero de Dagmar. Lo primero que hizo, luego de confirmar el operativo, fue llamar a la Cancillería, usando un teléfono utilizado sólo para llamadas urgentes, donde al funcionario que lo atendió le describió los hechos y le anticipó que el gobierno sueco reconocía a Dagmar como ciudadana de ese país y solicitaba para ella un inmediato amparo diplomático.

Ese 28 de enero, pasadas las 22 horas, una comisión militar compuesta por varios vehículos, llegó al domicilio de Dagmar, los militares se encontraban vestidos con los típicos trajes de fajina verde, realizaron un allanamiento, llevándose las pertenencias de Dagmar, al terminar el operativo el jefe del grupo les dijo a los dueños de casa: "La chica está en uno de los autos y detenida por terrorista".

La respuesta de la Cancillería al pedido de amparo solicitado por la embajada sueca el 28 de enero se demoraba. Presumiblemente porque el ministro de Relaciones Exteriores, el vicealmirante César Guzzetti se encontraba de vacaciones, como el subsecretario de esa cartera, el capitán de navío Gualter Allara, entonces los trámites corrían por funcionarios de menor categoría. El hecho es que la solicitud de amparo debió aguardar hasta el 31 de enero, fecha en la cual el embajador Kolberg se reunió con Gualter Allara y le entregó toda la documentación obtenida.

El sábado 29 de enero, el embajador argentino en Estocolmo, doctor Hugo Boati Ossorio, fue citado para una entrega formal de una severa nota en la cual el gobierno sueco manifestaba su protesta por la desaparición de Dagmar. Se le solicitó que transmitiera inmediatamente el comunicado a Buenos Aires.

El jueves 3 de febrero por la mañana, en el edificio "Libertad", la Junta Militar se reunió para tratar la desaparición de Dagmar Hagelin, porque el caso ya había excedido los marcos previstos, a partir de la participación del gobierno sueco, a partir de ese momento el arresto de Dagmar se transformó en un asunto de estado. Desde ese momento la libertad de Dagmar era responsabilidad directa de los tres comandantes en jefe, y verificado el dato de que había sido la marina la que realizó el secuestro, el principal responsable era el comandante en jefe de esa fuerza, el almirante Emilio Massera. Fue cuando el viceministro Allara visitó la ESMA para preguntar por la situación de Dagmar a Jorge "Tigre" Acosta, de quien había sido jefe, la respuesta de éste fue categórica y pegándole un puñetazo a la mesa respondió: " no podemos darnos por vencido a la opinión pública. Es ahora en que debemos mostrarnos fuertes".

Si bien se sabía con precisión qué unidad de qué fuerza la habían llevado; utilizando qué vehículos; dónde y a qué hora la habían secuestrado; que características físicas tenían alguno de los secuestradores... sin embargo no se avanzaba concretamente para dar con Dagmar. Al tiempo que el gobierno sueco exigían respuestas y urgían investigaciones, los militares argentinos trataban de que pasara el tiempo.

El 5 de febrero el gobierno sueco llamó por segunda vez al embajador Boati Ossorio para pedirle una respuesta sobre la anterior nota de protesta. Dos días más tarde, el embajador Kollberg entregó otra nota en el Palacio San Martín, donde exigía un manejo más rápido del caso Hagelin. Una semana después, el viceministro Allara volvió a entrevistarse con Kollberg, y juntos discutieron desde el comienzo todo el cuadro del caso.

Al día siguiente 15 de febrero, el gobierno sueco se autoconvocó para tratar exclusivamente la cuestión. Fue una reunión prolongada, y al término de ella la ministro de Relaciones Exteriores, Karin Söder, le envió un telegrama a su colega argentino pidiéndole por la liberación de Dagmar para ser llevada a Suecia, y agregaba en el final una frase de alto voltaje diplomático: "Quiero transmitirle también el sentimiento de mi gobierno, que considera que ninguna nación que se autotitule civilizada puede concebir siquiera llevar un animal herido en el baúl de un auto, y muchísimo menos a un ser humano que está baleado por la espalda. Que ése es un acto de barbarie y crueldad que no puede ser aceptado por los países que se consideren civilizados...".

Tjorbjörn Fälldin con Karin Söder.

En esta misma semana los Estado Unidos, se sumaron a los esfuerzos suecos para dar con Dagmar, el 19 llegó a Estocolmo la respuesta del ministro Guzzetti a su colega sueco, en la que le comunicaba que no había ningún resultado en la búsqueda y que lamentaba no haber podido dar respuesta hasta aquel momento. También en esos días, Amnesty Internacional, sección Suecia, envió un telegrama al dictado Videla, llevaba carácter urgente y en su texto decía: "Sabemos que efectivamente se la ha llevado la Marina".

Los contactos diplomáticos seguían realizándose a todos los niveles pero ¿ Era posible que Guzzetti y Allara, dos altos oficiales de la Armada argentina que ocupaban los cargos más importantes en el Ministerio de Relaciones Exteriores ignorasen lo sucedido con Dagmar Hagelin? (Fuentes militares posteriores, le aseguraron a Ragnar Hagelin, que si Suecia hubiese actuado con mayor energía en el mismo momento de la detención de Dagmar, le hubieran salvado la vida. Pero el gobierno sueco se mantuvo casi prescindente, a raíz de que tres integrantes del gabinete del primer ministro que gobernó hasta 1979, que argumentaron que no se podían arriesgar los intereses económicos de Suecia para defender a una persona).

En marzo en una reunión por el caso, el ministro de Planeamiento; General Ramón Díaz Bessone le explica al ministro de agricultura sueco, que "Dagmar Hagelin estaba inserta en el accionar subversivo".

Las gestiones continuaron... El 14 de Abril Ragnar Hagelin parte rumbo a los Estados Unidos con el fin de accionar más gestiones para encontrar a Dagmar. En esos días, de madrugada, un grupo de hombres de civil fueron a buscar a Ragnar a su casa, al no encontrarlo se fueron enseguida.

Los militares argentinos persistían en una actitud omnipotente: se negaban a dar datos, demoraban respuestas, entorpecían investigaciones y censuraban cualquier actitud que pretendiera echar luz sobre la violación sistemática de los derechos humanos.

Las gestiones en Estados Unidos hechas por Ragnar Hagelin, llegaron al momento esperado cuando el 22 de noviembre de 1977 llega a Buenos Aires, el secretario de Estado norteamericano, Cyrus Vance, quien se entrevistó con Videla, en el despacho reservado de la Casa de Gobierno; fue una reunión ante pocos testigos, donde el funcionario norteamericano le hizo entrega en mano dos listas con los nombres de desaparecidos hasta ese momento. Una de ellas había sido confeccionada con los datos que habían suministrado las organizaciones oficiales y privadas de derechos humanos. La otra contenía dieciséis nombres selectos, por los cuales el gobierno de James Carter se interesaba. En esa segunda lista, en letras de imprenta figuraba el nombre de Dagmar Hagelin. Y cuando Vance se la entregó a Videla, le aseguró: " Por Dagmar Hagelin, el gobierno argentino no sólo deberá responder ante el gobierno sueco. Desde este momento, también de deberá hacerlo ante nosotros.

Acosta, jefe de inteligencia y presunto ejecutor de Dagmar.

La campaña en el exterior que los militares llamaban "de desprestigio", continuó en forma silenciosa, pero sin claudicaciones. El gobierno sueco siguió moviéndose en todos los niveles posibles, y al ver que había dificultades insalvables para que los militares argentinos para que aceptaran el arresto oficial de Dagmar y la liberaran, decidieron poner en práctica algún intento amigable, quizá hasta extradiplomático. Todo era viable cuando se intentaba hallar un canal que pudiera romper el hielo que cubría las negociaciones.

El jefe de policía sueco (a la vez presidente de Interpol), Carl Persson, envió un telegrama a su par argentino, Edmundo Ojeda, para que él y un grupo de expertos suecos colaboraran en la búsqueda de Dagmar, desde luego, ni Ojeda, ni el gobierno argentino accedieron a tal pedido.

La segunda gestión extraoficial, la protagonizó el agregado naval sueco en Washington, Lennart Forsmann, con su colega argentino, el vicealmirante Mendía Este en ese momento era el tercer hombre de jerarquía en la Marina, y el gobierno sueco pensaba que con la colaboración de él se hubiera podido encontrar la solución. Mendía, partió a Buenos Aires y a su regreso le hizo entrega a Forsmann de la copia de un telegrama en el que describe que Dagmar estaba prófuga, se la acusaba de pertenecer a la organización Montoneros y que hasta tenía un nombre de guerra. Antes de despedirse de su colega sueco, Mendía le dice a su camarada: " Si Dagmar fuese uno de mis cinco hijos, yo la daría por muerta..."

Este último episodio hacía prever una cosa: era posible que los militares argentinos estuvieran "preparando" la muerte de Dagmar, como lo hicieron con la alemana Elizabeth Kasemann.

La estrategia de Ragnar Hagelin, fue conseguir a un periodista argentino radicado en Suecia, llamado Hernán Bernengo, quien publicó en uno de los diarios más importantes una nota editorial que alertaba sobre la posible maniobra. El toque de atención hizo que los demás diarios, televisoras y medios retomaran el tema y, si estaba en los planes de los militares argentinos reiterar la solución "Kasemann" la intención acabó frustrándoseles.

Apenas para el 16 de agosto, el presidente Videla había respondido el telegrama que le había enviado el primer ministro sueco en el mes de marzo. La lentitud del gobierno argentino era exasperante y, como para demostrarlo, dos días después, el premier sueco envió otro mensaje, en el que mantenía la confianza de que el caso encontraría una rápida solución.

El 30 de septiembre de 1977, la ministra de Asuntos Exeriores sueca, Karin Söder se entrevistó con el canciller argentino, vicealmirante Montes en Nueva York, donde ambos se encontraban en la Asamblea General de las Naciones Unidas, discutieron muy largamente y Söder le aclaró la importancia vital que tenían para los dos países el esclarecimiento y la solución definitiva del caso Dagmar Hagelin.

En la última mitad de 1977, cuando sus funciones diplomáticas en Buenos Aires acababan, Per Bertil Kollberg, realizó un último esfuerzo dentro de las reglas de protocolo que desempeñaba: el día 5 de octubre se reunió para despedirse, con el jefe de la Policía Federal, Ojeda y le planteo una vez más el problema de Dagmar. El 10 de ese mes, hizo lo mismo con Emilio Massera. Dos días más tarde, habló con el brigadier general Orlando Agosti. Y al día siguiente con el teniente general Jorge Videla. Este al igual que los otros le respondió: "Quédese tranquilo, señor embajador. Entendemos la seriedad que tiene el caso, y el gobierno argentino está trabajando intensamente para poder encontrar con vida a Dagmar Hagelin".

El nuevo embajador sueco en la Argentina fue, Karl Anders Wollter. El 23 de diciembre de 1977 se entrevistó con Montes y planteó por primera vez el problema, el 26 de ese mes, en ocasión de presentar las credenciales ante el dictador, volvió a sacar el tema: -"Vengo a trabajar en la Argentina hasta la solución definitiva del caso".

Días más tarde, en enero de 1978, el diplomático se reúne con el almirante Massera y con el cardenal primado de la Argentina, Juan C. Aramburu. Simultáneamente seguían las presiones desde Estocolmo, vía la embajada argentina en Suecia, y el 7 de febrero el general Viola, en su carácter de jefe del estado mayor del Ejército, contestó por escrito que "el gobierno argentino continúa investigando, pero hasta el momento no se han conseguido resultados".

En los último días de abril, llega al despacho de Massera, un telegrama enviado por Felipe González, primer secretario del PSOE español, en cual le solicitaba la aparición inmediata y liberación de Dagmar Hagelin, también le recordaba la autopropaganda como "demócrata" que el almirante había hecho en su viaje por España.

El 4 de septiembre, a la salida de la ceremonia de asunción al papado de Juan Pablo II, Videla reaccionó ante un periodista diciéndole: !Ni siquiera en una reunión como ésta dejan de traerme el caso Hagelin...!

Durante esos meses, en Buenos Aires, los contactos oficiales continuaron en pleno movimiento; fue cuando el agregado de negocios de la embajada le insistió al coronel San Román, éste le respondió que iba a haber una respuesta en diez días más. El 25 de octubre, para urgirla, el embajador Wollter se entrevistó con el presidente de la Suprema Corte de Justicia, doctor Adolfo Gabrielli.

El 8 de noviembre, por fin, el embajador fue citado a Cancillería para entregarle en mano la respuesta que el gobierno sueco estaba clamando. Wollter se entrevistó con Montes y recibió una nota, en la que se hacía alusión a los "grandes esfuerzos" que habían realizado las autoridades argentinas, pero se aseguraban que no habían bastado para dar con el paradero de Dagmar ni dar con el responsable de su desaparición. La respuesta era, en síntesis, que no había respuesta.

Al conocer esto, el nuevo ministro de Relaciones Exteriores de Suecia, Hans Blix, respondió la nota diciendo que esa contestación era inaceptable para su gobierno, y que esperaba que los esfuerzos que en ella se mencionaban llegaran hasta la total clarificación de lo sucedido. A todo esto el Nuncio Apostólico, monseñor Pío Laghi, se entrevista tres veces con Videla, para hacerle entrega de sendos pedidos de Juan Pablo II, quien se interesaba personalmente por la suerte corrida de Dagmar. La respuesta: "que la cuestión es exclusiva competencia de los gobiernos de Argentina y Suecia".

Durante los primeros días de 1979, y al margen de las reuniones oficiales, se comenzó a tener en cuenta la posibilidad que la familia Hagelin (ya en el exilio en Suecia), vuelva a Buenos Aires, para intentar hallar una solución reservada y negociada. Finalmente luego de algunos meses de discusiones, y con la expresa garantía del gobierno argentino, vuelven a Buenos Aires. Wollter había dicho en la Cancillería: "Con una Hagelin desaparecida, es un asunto de Estado. Si al padre le pasa algo, va a ser una catástrofe"; previa llegada a Buenos Aires Ragnar Hagelin hace una escala en los Estados Unidos, para entrevistarse con el secretario de la OEA, doctor Alejandro Orfilia. Este escuchó todo el relato, observó someramente la documentación entregada y, cuando tuvo completo el cuadro de situación le dijo a Ragnar Hagelin: "Mire señor. De más está decirle que me ocuparé en forma inmediata de su problema. Yo voy a llamar, ahora mismo a Buenos Aires y hablaré con alguno de mis mejores amigos. Y mis mejores amigos son el presidente Videla, el general Viola y el nuevo canciller, Carlos Washington Pastor. Yo voy a hablar con ellos; les voy a explicar que lo he recibido y que intervengo a favor de su hija en mi condición de secretario general de la Organización de Estados Americanos... Sepa que lo hago con gusto, y por dos razones. Primero, por una cuestión netamente humanitaria, porque el problema que tiene usted es un drama humano. Y, por el otro lado, si de algo sirve, al hacerlo estoy también ayudando a lavarle la cara a mi país". Un par de días más tarde, el 13 de julio de 1979, Ragnar Hagelin llega a Buenos Aires.

Unos días antes de la llegada de Hagelin a Buenos Aires, había arribado a Estocolmo una delegación oficial argentina, encabezada por el contraalmirante Carlos Noé Guevara, secretario de Intereses Marítimos, y habían llegado a Suecia para discutir problemas bilaterales del área. Esta reunión, cosa que no habían esperado los militares argentinos, se frustró con la intransigencia sueca. Un secretario de la Cancillería sueca, el señor Crafoord, fue tajante con Guevara: "Nuestras conversaciones y nuestras relaciones bilaterales, en general, no van a avanzar hasta tanto su gobierno no dé una solución al problema Hagelin...

Suecia no abandonaba su batalla diplomática y planteaba el problema cada vez que le era posible. A esto, tal como lo había prometido, el secretario de la OEA, Alejandro Orfilia, se había interesado personalmente por el caso y por la gestión de éste Ragnar Hagelin fue derivado al Ministerio del Interior, donde lo recibió el viceministro, Alfredo Ruiz Palacios, quien le dijo que su gobierno pese a hacer muchos esfuerzos, no sabe quien tiene a Dagmar, a esto Ragnar Hagelin, le comenta que él sabía del acta del día de la detención, donde la ESMA, pedía zona libre para operar, lo que sorprende al militar y éste pide más tiempo para iniciar una nueva investigación. Días más tarde, Ragnar Hagelin se reúne nuevamente con Ruiz Palacios y este le dice: "Videla ha ordenado una nueva investigación, no encontramos nada, no tenemos la menor idea de dónde puede estar su hija, ni de lo que le pudo haber pasado", a lo que Ragnar respondió: "Ustedes mienten, están mintiendo y siguen dilatando una respuesta que conocen y que ya debían haber dado". Pese que al finalizar la reunión le propusieron entrevistarse con el ministro Albano Harguindeguy, Hagelin fue inflexible y decidió volver a Suecia. Otra vez... la dictadura militar argentina, seguía mintiendo.
 
 

En noviembre de 1979, la prensa internacional trajo una sorpresa. Desde París, Ana María Martí, Alicia Milia de Pirles y Sara Solarz de Osatinsky, describían públicamente el horror de la Escuela de Mecánica de la Armada, en condición de ex detenidas en ese centro, Europa y el mundo entero se asombraron ante los detalles; sobre todo al conocer que los detenidos alojados allí eran cargados en aviones y arrojados al mar, una muerte segura.

Al conocer esto, la prensa sueca, informó: "Dagmar fue arrojada al mar", el periodista Hernán Bernengo que estaba al tanto del caso, viajó a Ginebra a entrevistarse con las tres mujeres, quien les manifestaron que no podían asegurar lo pasado con Dagmar". Pero Pirles y Osatinsky dijeron algo más de relevante importancia: "Norma Susana Burgos es otra de las que han sido liberadas y en este momento, está en Europa, concretamente en Madrid.

Astíz, secuestrador de Dagmar Hagelin.

El 2 de diciembre de 1979, viajan a Madrid, Ragnar Hagelin y un funcionario de la Cancillería sueca, Martin Wilkens, para entrevistarse con Norma Susana Burgos. En esta entrevista habrían de desprenderse datos reveladores: "el teniente rubio, que secuestró a su hija se llama Alfredo Astíz", le dijo Burgos a Hagelin, quien luego de casi tres años conocía el nombre del secuestrador, ese hombre a quien había descripto en el recurso de hábeas corpus presentado por primera vez. Luego Burgos agregó que la segunda vez que la confrontaron con Dagmar, el capitán Francis William Whamond, quien oficiaba de interrogador le dijo a Dagmar: "Ves que la señora sigue viva; si vos te portás bien, vivirás". Enseguida del relato, Burgos prosiguió dirigiendo a Ragnar Hagelin la siguiente frase: "Yo tengo la blusa que Dagmar llevaba puesta el día que la secuestraron". Norma Susana Burgos, supo que era la ropa de ella, ya que la última vez que se habían visto ambas, Dagmar vestía de igual manera; la camisa en cuestión la vió bastante tiempo después en poder de otra detenida en "Pañol" y que logró que la otra prisionera se la diera, para entregársela Ragnar Hagelin. Sin dudas, la "libertad" que tenía Burgos dentro de la ESMA, hace preveer que ha sido colaboradora de sus captores y como tal, ha sido premiada con la libertad, si bien luego desertó en Europa. Según testimonios, Norma Susana Burgos se desempeñaba dentro de la ESMA como secretaria de Rolón.

Norma Susana Burgos, a partir de esto, quedó conectada con la embajada sueca en España y acepto la invitación que se le formuló para viajar a Estocolmo más ampliamente y en forma oficial. El gobierno sueco había valorizado correctamente toda la situación y había tomado la decisión de que el embajador Wollter viajara desde Buenos Aires para estar presente cuando la liberada de la ESMA presentara su testimonio. En esos días la decisión sueca de no mantener por un tiempo embajador en Buenos Aires; se presumía que podría significar un cese de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Cosa que estuvo a punto de suceder cuatro mese más tarde.

El 12 de diciembre, Norma Susana Burgos entrega a Ragnar Hagelin la blusa que pertenecía a Dagmar, y al día siguiente prestó su testimonio ante las más altas autoridades suecas. Tres días después, el embajador Wollter regresaba a Buenos Aires y llevaba dinamita en sus valijas. No sólo transportaba el resultado de las declaraciones, sino que llevaba consigo las fotocopias de los pasajes de ella y de su hija – pagados por la Armada- y las fotocopias de los pasaportes oficiales que se les habían conseguido para que salieran del país. Y como adicional, una durísima carta del primer ministro sueco Thorbjörn Fälldin, al presidente, general Jorge Rafael Videla. Al día siguiente, para agilizar la entrega de la carta en manos al general Videla, el canciller sueco, Olla Ullsten, se comunicó con el embajador argentino Boati Ossorio y le solicitó que concertara la entrevista.

El 18 de diciembre de 1979, en Buenos Aires, Wollter se entrevistó con el canciller argentino Carlos Washington Pastor, y le adelantó verbalmente el contenido del mensaje. Sin demostrar mucho apuro, el presidente Videla lo recibió apenas el 26, al día siguiente de navidad, y el 27, cumpliendo las reglas de protocolo diplomático, Wollter entregó una copia del dossier al Jefe de Protocolo de la Cancillería argentina.

Por primera vez en muchos meses, todas las cartas estaban jugadas sobre la mesa. Los movimientos que se hicieran de ahí en más deberían ser precisos, justos y medidos. La situación parecía estar aclarándose, pero el final se hacía esperar.

El 8 de febrero de 1980, el gobierno de Estocolmo contactó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y le actualizó la información respecto a Dagmar. Las precisiones eran mayores cada vez, y el gobierno sueco se encargaba de hacerlas públicas para presionar.

A fin de febrero, las autoridades suecas ya estaban más que extrañadas por la demora de la respuesta del presidente Videla, y presionaron otra vez ante el Vaticano, por medio del embajador en Roma. Dejaron, sin embargo, que llegara el 5 de marzo para citar al embajador argentino Boati Ossorio. Ese día el embajador tuvo que escuchar las quejas del canciller sueco, quien le reclamó severamente la respuesta pendiente.

El 17 de marzo, Ragnar Hagelin llega a Buenos Aires y un par de días después, se reúne, acompañado del embajador Wollter, con el viceministro de Relaciones Exteriores, vicecomodoro Cavándoli. Fue en esa reunión cuando Wollter aclaró: "De ahora en más, lo que sea aceptable para el señor Hagelin, también lo será para el gobierno sueco". El embajador había vuelto a jugar la carta del contacto directo, porque se tenía información confidencial de que el presidente Videla y el Ministerio de Relaciones Exteriores habían requerido en el seno de la Junta Militar, la solución para el problema Hagelin. Cosa que no pudo ser, ya que en la reunión de la Junta para tratar el tema, la Marina se había negado a discutir el caso.

Antes de su regreso a Estocolmo, Ragnar Hagelin tuvo un encuentro a solas con Cavándoli, quien le dijo: " Mire, Hagelin. Quiero serle franco. Las más altas autoridades de este Ministerio de Relaciones Exteriores se han reunido con funcionarios del Servicio de Información Naval, para exigirles la solución del caso de su hija. Sin embargo, y esto se lo digo en confianza, pese a nuestro cañoneo contra esa muralla que se llama Marina, no hemos podido perforarla..."

En la segunda semana de marzo de 1980, el gobierno argentino contestó la carta que había recibido el 27 de diciembre. Habían pasado tres meses y el mensaje firmado por Videla y Washington Pastor decía lo previsible: "Pese a todos los esfuerzos realizados..." y seguía "...el gobierno argentino se encuentra consternado de que el gobierno sueco, un gobierno amigo, dé crédito a las infamias de una guerrillera que, además ha trabajado para el propio gobierno..."

Al día siguiente, en Estocolmo, ardió Troya: el propio ministro de Relaciones Exteriores informó al Parlamento sueco sobre la negativa del gobierno argentino, diciendo: "El gobierno argentino ha mentido y sigue mintiendo. La respuesta es insatisfactoria e inaceptable".

Tres días más tarde, el 11 de abril, el gobierno sueco da a conocer públicamente el testimonio de Norma Susana Burgos y entregó a la prensa europea una foto de Astíz diciendo: "Este es el secuestrador". Pero dio un paso más en el marco de las tensiones: convocó a una conferencia de prensa, para el día siguiente, a todos los medios de comunicación locales y continentales. La que iba a hablar era Norma Susana Burgos.

Esta situación, vale la pena insistir, tiene lugar a mediados de abril de 1980 y marca el punto más áspero de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Nunca, antes se había estado al borde de la ruptura. Nunca tan cerca del precipicio, a donde había conducido el cinismo de los militares argentinos y las mentiras que éste formulaba. A tal punto que todos los contactos estuvieron por acabarse, se hicieron más esporádicos, más lentos. Esta situación se mantuvo en la segunda quincena de abril y todo el mes de mayo, época en que el gobierno sueco analizó la posibilidad de retirar el embajador de Argentina.

Luego de esta depresión en las relaciones, fuentes diplomáticas argentinas se contactaron con Ragnar Hagelin para pedirle que vuelva a Buenos Aires, con el pretexto de convencer a los militares más duros, para finalmente saber lo pasado con Dagmar. Incluso se le ofreció trabajo en la administración pública, en funciones gerenciales, lo que descartó en términos muy duros. Luego de analizarlo mucho tiempo y bastante escéptico, Ragnar Hagelin y su familia volvieron a Buenos Aires en septiembre de 1980, con la condición de que en el plazo de un año haya una solución, a lo que los militares asintieron, con el argumento de tener tiempo para convencer a los militares más duros; pasado ese plazo y sin la intervención del gobierno sueco habrá otros seis meses de gracia en los cuales oficiara como mediador la embajada sueca.

Durante los doce meses posteriores, cumpliendo con lo pactado, Estocolmo no participó de las negociaciones. En ese mismo lapso, se sucedieron cambios en las altas esferas del gobierno argentino y al comodoro Cavándoli, lo reemplazó en el cargo de viceministro el doctor Enrique Ríos. Este al entrevistarse con Ragnar Hagelin, en agosto de 1981, no reconoce el pacto anteriormente hecho con Cavándoli y los próximos seis meses, las negociaciones las llevó a cabo la embajada sueca. Los resultados, los mismos que siempre: nada.

La guerra Malvinas ya estaba en pie, y fue en ese marco que las amenazas a Ragnar empezaron a concretarse; primero eran meramente telefónicas, luego por cartas y terminaron por amenazarlo en la vía pública. Usaron diferentes formas de presión y promesas de matarlo a él y toda su familia. Por eso Ragnar Hagelin y toda su familia, regresaron a Suecia.

Los doce meses comprendidos entre junio de 1982 y junio de 1983, no merece mayor consideración, ya que si bien los contactos no se interrumpieron, no había datos reveladores que pudiesen modificar la situación. El gobierno sueco, seguía buscando la brecha que permitiera seguir adelante con las investigaciones y el gobierno argentino proseguían invariables, ocultando, dilatando, mintiendo...

Ragnar Hagelin y su familia llegan a Argentina nuevamente a mediados de junio de 1983, atraídos por las elecciones generales y democráticas.

En enero de 1984, la causa Dagmar Ingrid Hagelin fue presentada al Juzgado Penal 4 de Morón, cuyo titular era el doctor Luis María Chichizola, un juez diligente, predispuesto, que tomó testimonio a los testigos del secuestro, a otras personas que tenían cosas para decir y aún al cabo de la Marina Raúl Vilariño quien había hecho explosivas declaraciones para un semanario.

Como parte de sus gestiones legales, el doctor Chichizola recibió tres notas del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que introdujeron variantes de peso en la situación jurídica del caso. Al cabo de las tres notas, el Consejo Supremo develó una información: el caso estaba sobreseído por la justicia militar de la Marina, que lo había juzgado en absoluto secreto.

A esos tribunales extraordinarios, lo había girado el juez Pérez Ravellini, quien oportunamente se había declarado incompetente. En sus consideraciones, sin embargo, en vez de procurar la identificación de los secuestradores y el paradero de Dagmar, deslizaba acusaciones tildándola de sospechosa. Una curiosa manera de hacer justicia.

El jueves 12 de enero de 1984, Ragnar Hagelin, acompañado por periodistas de la revista "La semana" se entrevistó con un confeso secuestrador de la ESMA, Raúl Vilariño, en Punta del Este, Uruguay. Sin esperanzas y lleno de frustraciones, Ragnar escuchaba a Vilariño, quien le dijo que había visto a Dagmar en Mar del Plata, en un llamado "centro de recuperación", que estaba en silla de rueda y que incluso él la había ayudado en sus movimientos. Describió el sitio, sus alrededores.

Con esta entrevista y como no era frecuente que a Hagelin le dijeran: "He visto a su hija" decidió seguir la pista, para lo cual el 14 de enero viajó a Mar del Plata con los mismos periodistas. Cuando llegaron al lugar descripto por Vilariño, ya no funcionaba ese "centro de recuperación", sino que había una confitería llamada "Villajoyosa", estaba frente al mar y había sido un caserón con aspecto aristocrático en la zona de Camet. En el fondo, se encontraban ciertas marcas de lo que había sido el lugar, elementos de tortura incrustados en las paredes, inscripciones y testigos recordaban de cuando allí funcionaba una "clínica" o algo por el estilo.

Días más tarde, ya en La Paloma, Uruguay, Vilariño le confirmaba a Ragnar que no sólo se trataba de un "centro de recuperación", sino también que funcionaba como cárcel clandestina.

Con todos los elementos el juez Chichizola, dispuso un allanamiento a la casona de Camet. El operativo se cumplió el 24 de enero, al día siguiente, Vilariño regresó al país y testificó ante el juez. En la casona se había encontrado, en la corteza de un árbol de la parte trasera, las letras: "D.H"; podía ser casualidad, pero era el lugar donde el cabo había visto a Dagmar y esta podía ser una señal desesperada de ella para demostrar su paso por allí. El juez ordenó pericias que no pudieron establecer definiciones.

Al mismo tiempo que realizaban las investigaciones en Villajoyosa, Alfredo Astíz se encontraba en la playa disfrutando de unas vacaciones; el victimario y la víctima se encontraban a escasa distancia, pese a que se lo propusieron Ragnar Hagelin se fue de Mar del Plata sin querer verlo, lo que él quería era verlo directamente, cara a cara en el banquillo de los acusados.

Si bien Astíz estuvo preso, por pocos días, la causa penal fue cerrada en 1989 por la Ley de punto Final y ratificada dos veces por la Corte Suprema; fue cerrada en forma política y se aplicó la prescripción del caso. Se reabrió en 1996 por el derecho a la verdad, la Cámara Federal de la Capital lo hizo, es con el fin de conocer el destino final de Dagmar.

El gobierno sueco nunca dejó de reclamar, incluso a 20 años, el 27 de enero de 1997, de la desaparición de Dagmar Hagelin, treinta y tres parlamentarios suecos solicitaron a sus pares argentinos que extremen sus esfuerzos para obtener una resolución, ya que el gobierno sueco sigue determinado en aclarar la suerte de Dagmar Hagelin y averiguar qué fue lo que pasó exactamente.

El año siguiente, en marzo, Ragnar Hagelin veía las caras de los asesinos de su hija, Massera, primero y Acosta después fueron oyentes de las acusaciones de Hagelin. Se dice que Massera salió del salón temblando como una hoja, luego que Hagelin embistiera contra él con durísimas y justificables palabras; días más tarde llegó el turno de Acosta, a quien Massera lo acusó de tener funciones en el gobierno de Menem, éste quien se mostraba valiente frene a su patota en los años ´70, se mostró como un pato mojado cuando veía que Ragnar Hagelin lo apuntaba con su dedo índice, asustado y en medio de insultos salió de la Cámara.

Esta perseverancia del gobierno sueco para averiguar lo sucedido, se hizo mostrar aún 22 años después, con motivo de la visita a Suecia del presidente argentino Carlos Menem, a quien le hicieron sentir que Suecia no olvida, así los funcionarios suecos negaron firmar acuerdos de bilateralidad hasta que el caso Hagelin no se resuelva. Así como parte de la población manifestó contra el mandatario pidiendo la anulación de las leyes de punto final y obediencia debida. Fue cuando incluso en una conferencia de prensa, el presidente se jactó de haber pasado a retiro al que se supone como secuestrador de Hagelin, Alfredo Astíz, cuando realmente la baja tuvo el motivo en unas declaraciones que éste había hecho y no por los crímenes que cometió. Incluso Ragnar Hagelin recordó que no sólo firmó los indultos, sino que tiene en su gobierno a funcionarios de la dictadura, pero evocó que a diferencia de Menem, Alfonsín dejo un puñado de genocidas en la cárcel. Ésta fue la peor gira del presidente Menem en sus diez años de gobierno.

1999 fue un año duro, ya que el gobierno argentino en su paso por Suecia se había comprometido a llegar hasta las últimas consecuencias, los resultados no llegaban, las mentiras de los militares hacían dos décadas, estaban siendo imitadas por el gobierno de Carlos Menem. Y grande fue el alivio y esperanzas para Hagelin cuando la Alianza encabezada por Fernando de la Rúa gana las elecciones del 24 de octubre; otro gobierno, ya de centro izquierda era una fuente de perspectivas para todos los familiares de desaparecidos, quienes claman justicia.

La primera gira del nuevo presidente argentino, Fernando de la Rúa, es casualmente a Suecia, país donde el caso Hagelin inspiró muchas cosas entre sus habitantes, esta gira sucede del 26 de enero al 28 del mismo mes del año 2000, el 27, fecha en que se cumplen 23 años de la desaparición de Dagmar, Ragnar ya con 67 años se entrevista por primera vez con un presidente argentino y hablan globalmente del tema de los desaparecidos, primeramente, para luego hablar del tema de su hija, al que el presidente le prometió llegar a la verdad, que harán todos los esfuerzos posibles y que algunas Cámaras Federales están trabajando en eso.

Ragnar Hagelin con De la Rúa.

Nuevas esperanzas para la resolución del caso en el nuevo milenio, esperanzas para que el destino final y la suerte corrida por Dagmar Hagelin en la ESMA se sepan de una vez por todas.

Matías F. Ranzini

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